lunes, 26 de diciembre de 2011



En el artículo publicado por Arturo Ruiz Rodríguez y Manuel Molinos Molinos , titulado “Los pueblos ibéricos en la alta Andalucía y el Mundo Ibérico Bastetano”, publicado por el Centro Andaluz de Arqueología Ibérica, se comenta que durante el siglo VIII y sobre todo el VII antes de Cristo (final del bronce), se produce un cambio en el hábitat y ocupación del territorio en la alta Andalucía. Se aprecia un fenómeno de agrupamiento de la población humana, de modo que los habitantes de las aldeas se desplazan a zonas dotadas de buenas posibilidades estratégicas y económicas. Se crean poblados con grandes fortificaciones y un plan urbanístico en el interior del recinto, con calles trazadas regularmente. De esta forma aparecen los oppidum, poblaciones ibéricas fortificadas en lugares normalmente altos, fáciles de defender y con tierras fértiles a su alrededor para mantener a su población. Este proceso de agrupamiento poblacional culminó en el siglo V antes de Cristo. En estos poblados aparece un grupo de personas con mejores posibilidades económicas que el resto de los habitantes, surgiendo de este modo una aristocracia de la que dependen económicamente los demás, lo que los historiadores llaman servidumbre clientelar.
Entre finales del siglo VII y principios del VI antes de Cristo, aparecen en nuestra zona cuatro tipos de asentamientos humanos:

Los oppidum, de los que ya hemos hablado. Destacaban en nuestro entorno: El Cerro Villargordo con 16 ó 18 hectáreas de extensión, Torrejón de 2 hectáreas, Plaza de Armas del Puente Tablas con 6 hectáreas, Torre Venzalá (Torrevenzalá o Torre Benzalá) y Las Atalayuelas.
Las Torres: eran pequeñas poblaciones fortificadas y en lugares estratégicos de amplia visibilidad, cuya función era colaborar con los oppidum en la defensa de la zona.
Asentamientos en llano: sin carácter defensivo, apenas ocupaban los 1000 metros cuadrados y su función era agrícola.
Aldeas: de apenas media hectárea de extensión y a veces dotados de sistemas defensivos.

Durante la primera mitad del siglo V antes de Cristo algunas torres son abandonadas, desapareciendo buena parte del sistema articulado defensivo y aumentando aún más el agrupamiento poblacional alrededor de los oppidum. De esta manera algunos aristócratas aumentan su influencia y se convierten en reyezuelos que incrementan su clientela.

En otro artículo de estos mismos autores titulado:”La Prospección y el Análisis del Territorio en Época Protohistórica: El Caso de la Campiña de Jaén”, se especifica que el Oppidum del Cerro Villargordo era el centro de gravedad del valle del Salado de los Villares en época ibérica (se refiere a nuestro Salado), que poseía gran visibilidad y buen potencial agrícola, sobre todo de secano. La distancia media entre los oppidum vecinos era de unos 8 Km, de esta forma se garantizaba la disposición de tierras suficientes para abastecer a la población de cada uno de ellos.
 Los oppidum que rodeaban el Cerro Villargordo (en rojo) eran: Torre Venzalá (verde), Torrejón (marrón),  Las Atalayuelas (azul), Arjona (amarillo) y los Villares de Andújar (morado). Villardompardo estaría más o menos en el centro del triángulo formado entre C. Villargordo, Torre Venzalá y Torrejón. Véase el dibujo de abajo sacado del mismo artículo:


De todos ellos el de mayor extensión era el Cerro Villargordo con 16 ó 18 hectáreas. Las diferentes prospecciones han demostrado que todos los oppidum se encontraban poblados en el siglo IV antes de Cristo, en plena época de la Cultura Ibérica.
Tanto el C. Villargordo como Torre Venzalá, se hallaban bajo la influencia de Obulco (Porcuna) por ser uno de los más importantes de la zona, otro muy importante fue Cástulo, cerca de Linares.

Algo curioso se comenta en el artículo escrito por Juan Pedro Bellón y otros, titulado: “Baécula. Arqueología de una Batalla” en el que se intentan localizar los escenarios de los diferentes acontecimientos ocurridos durante el transcurso de la II Guerra Púnica, entre cartagineses y romanos. Para ello se ayudan de antiguos escritos de historiadores clásicos como: Plinio, Tito Livio o Polibio. Estos antiguos cronistas relatan con gran detalle las batallas libradas en aquella guerra, pero el problema está en localizar las poblaciones que ellos nombran, ya que muchos de aquellos topónimos se han perdido para siempre, entre ellos el nombre que tendría el oppidum del Cerro Villargordo, en cambio ha sido posible seguir hasta nuestros días la pista de otros nombres como: Ipolka, llamada por los romanos Obulco, Búlkuna por los árabes y Porcuna en la actualidad.

Tito Livio cuenta con gran fidelidad los acontecimientos ocurridos en la batalla de Orongis, acaecida durante esta II Guerra Púnica en el año 207 antes de Cristo. Según el relato, Escipión mandó a su hermano Lucio Escipión con 10000 hombres y otros 1000 de caballería (las fuentes antiguas tienden a exagerar las cifras) a la conquista de la rica ciudad de Orongis, territorio de los Meseses, rama de los Bastetanos. La ciudad fue tomada por la fuerza pero respetaron la vida de los que quedaron en ella, ya que la mayoría de los habitantes huyeron. Los autores de este artículo intentan localizar esta antigua ciudad. Tradicionalmente se la ha identificado con Auringis (Jaén) pero hay algunos puntos relatados por Tito Livio que no cuadran demasiado bien con esta ubicación de Jaén, y proponen otras posibilidades como la Plaza de Armas del Puente Tablas (cercano a Jaén) o el Cerro Villargordo.

Durante el siglo II y I antes de Cristo, comienza la romanización de la Bética, muchos oppidum desaparecen, como el Cerro Villargordo que no presenta restos romanos en su estratigrafía. En el siglo I después de Cristo, a partir de la época flavia, los grandes asentamientos ibéricos como Obulco (Porcuna) o Urgabo (Arjona) se transformaron en ciudades romanas de cierta importancia y algunas de las Torres (recordemos que eran pequeñas fortificaciones para ayudar en la defensa del oppidum) se convierten en asentamientos romanos rurales. Podría ser el caso del Cortijo del Gato, Cerro Pelado, Piedras de la Rata, Cerro de Ruimesa, donde sí se aprecian restos romanos sobre una base ibérica, como ya comentamos en el Capítulo 1. Libro 1 sobre la “Historia de Villardompardo”.

¿QUÉ VEMOS SI NOS DIRIGIMOS ALLÍ?

Los habitantes de Villardompardo siempre hemos llamado “El Patio de Armas” a la cumbre del Cerro Villargordo o Cerro del “Pintao”, lo que nos da idea del carácter defensivo que intuimos para esa zona, sin saber exactamente qué había allí. Se encuentra a 4,74 km de Villardompardo pero en el extremo noroeste del término municipal de Torredelcampo. Su altura sobre el nivel del mar es de unos 460 metros, pero si tenemos en cuenta que el arroyo Salado que lo rodea por el oeste y por el norte discurre a una altura de 270 metros sobre el nivel del mar, nos daremos cuenta que el cerro destaca mucho respecto al terreno circundante, con un aspecto imponente y con una cumbre en forma de meseta que lo hacen lugar idóneo para construir una población, además de una magnífica vista de buena parte de la campiña. Una vez arriba, lo primero que nos llama la atención es la presencia de muchas piedras amontonadas y alineadas, que parecen cubrir a otras incrustadas en la tierra a modo de cimientos de alguna muralla defensiva. Los apilamientos de rocas forman en su conjunto un rectángulo casi perfecto observable desde una imagen aérea. La foto del margen ha sido sacada del Google Earth (a 884 m  de altura) y muestra precisamente lo que estamos diciendo. Las medidas del recinto son de unos 220 m × 150 m, unas 3,3 hectáreas aproximadamente. También se aprecian algunas acumulaciones de rocas en los alrededores de ese rectángulo (se aprecian a la derecha e izquierda de la parte baja del rectángulo), como si se hubieran hecho ampliaciones del primer recinto, insuficiente para albergar a una población en aumento. Si tenemos en cuenta lo que han dicho los autores anteriores, que le dan al poblado una extensión de 16 ó 18 hectáreas, está claro que el oppidum del Cerro Villargordo se extendía por la meseta excediendo los límites del recinto amurallado. En toda la zona se encuentra, sin necesidad de excavar, cerámica pintada ibérica (1ª foto), o más oscura, llamada campaniense. Esta cerámica era muy apreciada por los iberos como vajilla de mesa (2ª foto).

           

Pero de todo lo encontrado en el lugar, lo más destacable es el “León de Villardompardo”, pieza muy interesante localizada por los arqueólogos en los años 80.
Seguídamente os presento la ficha técnica de la pieza que se encuentra en el Museo Provincial de Jaén:



Inventario CE/DA00825


Clasificación Genérica Escultura

Objeto/Documento Figura zoomorfa


Materia/Soporte Caliza Blanco


Dimensiones Altura = 74,00 cm; Longitud = 62,50 cm; Grosor máximo = 25,50 cm; Grosor mínimo = 19,00 cm

Descripción

Escultura exenta de un león de caliza blanquecina de superficie oscurecida. Le faltan los miembros anteriores, parte de la zona facial y los cuartos traseros. La boca estaba entreabierta, aún se aprecian piezas dentarias rectangulares. Los ojos son ovalados, de pupila lisa y párpados bien resaltados y enmarcados por cejas prominentes. Las orejas estaban erguidas, pero no puede determinarse bien su forma porque falta su extremo distal. Un casquete liso hace las veces de melena, bordeando la cara y cubriendo el cuello, exageradamente largo. Las costillas se señalan por profundos surcos en ambos costados. Bajo el vientre se aprecia el arranque de una columna cilíndrica que ayudaría a sostener esta pieza.

Iconografia León.

Contexto Cultural/Estilo General. Ibérico

Lugar de Procedencia Villardompardo (Campiña del Sur (comarca), Jaén)

Uso/función: Decorativo

Bibliografía CHAPA BRUNET, T.. La escultura zoomorfa ibérica en piedra. 1980. CHAPA BRUNET, Teresa. La escultura ibérica zoomorfa. 1985. 90 - 91.

Tipo de Colección Colección Estable

Observaciones: Disponible para exposición temporal, de acuerdo a la normativa legal vigente. Titularidad Estatal.


                                                                   Carlos Ramírez Perea