sábado, 28 de septiembre de 2013

HISTORIA DE VILLARDOMPARDO Y DE SUS PERSONAJES. CAPÍTULO IX
CONTEXTO HISTÓRICO

    Tres son los monarcas que reinan en España durante la segunda mitad del siglo XVIII. Por orden cronológico son: Fernando VI, Carlos III y Carlos IV.
Fernando VI: hijo de Felipe V y de su primera esposa María Luisa de Saboya. Reinó desde 1746 hasta 1759. Fue un rey que buscó la neutralidad de España en los conflictos internacionales. Durante su reinado se elaboró el Catastro del Marqués de la Ensenada, del que ya hemos hablado ampliamente en capítulos anteriores.
Carlos III: hijo de Felipe V y de su segunda esposa Isabel de Farnesio. Fue nombrado rey de Nápoles, pero al morir su hermanastro Fernando VI, vino a España para ocupar el trono. Reinó desde 1759 hasta 1788. Fue un hombre trabajador y el prototipo de monarca ilustrado. Se ayudó de buenos ministros, en un principio serían italianos y más tarde españoles. Algunos fueron: Pedro Rodríguez de Campomanes, Gaspar Melchor de Jovellanos, Francisco Cabarrús etc. Durante su reinado se acometieron algunas reformas importantes: se creó la lotería, para recaudar fondos, aparecen las Sociedades de Amigos del País (en nuestra provincia se crean dos, una en Jaén y otra en Baeza) desde ellas se trata de dar impulso a las innovaciones técnicas en industria y agricultura. También aparece el Banco de España (llamado en un principio de “San Carlos”). Por último, Campomanes, y sobre todo Olavide, crean un proyecto para colonizar zonas despobladas de Andalucía. Concretamente entre Bailén y Despeñaperros se establecen diversas poblaciones como La Carolina y Guarromán entre otras.
Carlos IV: hijo de Carlos III y María Amalia de Sajonia. Reinó desde 1788 hasta 1808. Accedió al trono con 40 años cumplidos, muy mayor para aquella época. Justo un año más tarde estalla la Revolución Francesa, acontecimiento que le complicó el reinado. Tras ser guillotinado Luis XVI de Francia en 1793, España declara la guerra a la Francia revolucionaria, dicho conflicto sólo afectó a las zonas fronterizas con el país vecino (Guipuzcoa, Navarra y Cataluña). Las cosas no fueron bien para nuestro país, así que se tuvo que firmar la paz con Francia en Basilea. Este tratado dio lugar a una serie de acuerdos entre la España absolutista y Francia, uno de ellos sería la unión entre los dos países en contra de Portugal y Gran Bretaña. La consecuencia fue el enfrentamiento entre las armadas francesa y española contra la inglesa (al mando del vicealmirante Horatio Nelson) en la batalla de Trafalgar (21 de Octubre de 1805) frente a las costas de Cádiz, donde los ingleses nos dieron una buena paliza.

 HERENCIA DEL TÍTULO DE CONDE EN ESTA SEGUNDA MITAD DEL XVIII

    En lo que respecta al título de Condes de Villardompardo, en esta segunda mitad del siglo XVIII, recordemos que D. José Vicente Bellvís de Moncada y Exarch, IX Conde de Villardompardo, se casó con Dª Catalina Ibáñez de Segovia y Mendoza. De este matrimonio nació en 1727, en Valencia, su único hijo: D. Pascual Benito Bellvís de Moncada e Ibáñez de Segovia, que sería el X Conde de Villardompardo y que murió en 1781 en Madrid con 54 años. No he conseguido averiguar cuándo heredó este señor el Título de Conde. En las actas capitulares de 1754 ya aparece como tal, pero faltan actas de los quince años anteriores.
    D. Pascual Benito se casó en 1754 con Dª Florencia Pizarro y Herrera y tuvieron a D. Juan de la Cruz Bellvís de Moncada y Pizarro, que nació el 4 de Diciembre de 1756  en Madrid y murió el 20 de Octubre de 1835 también en Madrid, con 78 años de edad. Este señor sería el XI Conde de Villardompardo, además de una larguísima lista de títulos que heredó de sus padres.

LA BULA DE LA SANTA CRUZADA

     Retomamos los acontecimientos ocurridos en Villardompardo a partir del cabildo celebrado el 15 de Febrero de 1754. En aquel momento eran Alcaldes Ordinarios: Lázaro de Zafra y Alonso Gómez, Alguacil Mayor: Juan de Pancorbo, Regidores: Patricio García, Cristóbal Morillas y D. Pedro Ubal.
Estaba a punto de llegar la Bula de la Santa Cruzada y, como todos los años, había que nombrar a alguien para que la repartiese y la cobrase. El elegido fue Alfonso Alcalá.
    Anualmente llegaban al pueblo unas personas que “conducían” la Bula de la Santa Cruzada, así que había que alojarlas en alguna casa. Normalmente uno de los alcaldes ordinarios era nombrado para ello, al mismo tiempo esta persona era la encargada de repartir las Bulas para cobrarlas. En Villardompardo se solían vender unas 500 Bulas para vivos y unas 44 para difuntos. Si había unos 400 habitantes, está claro que algunas personas comprarían más de una.

CÓMO SE RENOVABAN ANUALMENTE LOS CARGOS DEL AYUNTAMIENTO

    Como hemos comentado en capítulos anteriores, todos los años se hacía una propuesta de los cargos que deberían ocupar el ayuntamiento. Siempre se proponían el doble de las personas necesarias. Posteriormente el mismo administrador de los bienes del conde era quién decidía cuáles eran los elegidos, ya que el mismo conde le había dado autoridad para ello. Normalmente los primeros que se habían propuesto eran los seleccionados. Así que el administrador, que en aquellos tiempos era D. Juan Bautista Navarro y que residía en Jaén, remitía un escrito al ayuntamiento con la elección de cargos. Una vez que en Villardompardo se sabían los nombres de los diferentes puestos, se hacía una sencilla ceremonia en la que el Aguacil Mayor les entregaba las varas de mando a los dos Alcaldes Ordinarios entrantes, éstos la besaban y juraban “a Dios y a una Cruz” desempeñar su función con lealtad. Luego juraban todos los demás cargos: Regidores (3 personas),  Alcaldes de la Santa Hermandad (2 personas), Padre General de Menores (1 persona), Escribano Fiel de Fechos (1 persona), Fieles apreciadores de los bienes del campo (2 personas) y Ministro Ordinario (1 persona). Seguidamente, todos aquellos que sabían, firmaban el acta. Además, se imponía una multa de diez mil maravedís a todo aquel cargo que no cumpliese su labor como era debido, y también la misma multa a cualquier ciudadano de Villardompardo que no respetase a alguno de los cargos concejiles.
    A partir de 1756 es directamente el conde quién nombra los cargos desde Madrid, siempre a primeros de año. Firmaba el documento de su puño y letra (foto de abajo), imprimía su escudo de armas y también firmaba su secretario personal Francisco Algoybar.
  Las actas más abundantes eran éstas, ya que todos los años se renovaban oficios, por lo que no volveremos a hablar de ellas a no ser que aparezca algún dato curioso. Aún se conservan dos varas de mando muy antiguas, una en el ayuntamiento, que corresponde al actual alcalde (primera foto de más abajo) y otra impuesta a San Francisco (segunda foto), ambas pueden ser de esta época. En cambio la que tiene la Virgen del Rosario es de época reciente.
    Había dos cargos con carácter supramunicipal, es decir, con autoridad en todos los pueblos bajo la jurisdicción del conde (Villardompardo, San Pedro de Escañuela, Villargordo y Lugar de la Fuensomera) que eran el Alcalde Mayor y el Aguacil Mayor. Casi todas  las veces eran ciudadanos de Villardompardo. En 1756 el Aguacil Mayor era Patricio García, vecino del Villar, y el Alcalde Mayor Francisco Antonio Sere, vecino de Jaén. Éste último había sido nombrado por el conde por su “buena administración”. El Alcalde Mayor también juraba su cargo ante todos los Alcaldes Ordinarios de cada pueblo. Los dos cargos anteriores también poseían sus varas de mando.


ALGUNAS DECISIONES TOMADAS POR EL AYUNTAMIENTO

    Ya hemos comentado en otros capítulos la independencia con la que funcionaban los municipios en esta época. Desde los ayuntamientos se regulaban los precios de alimentos básicos. Con las tierras comunales se pagaba a algunos trabajadores del pueblo. En las dehesas se apacentaba el ganado de los vecinos y servían como reserva de leña. El pósito servía como almacén de grano con el que se regulaba su escasez en los años malos y se prestaba a los agricultores para sembrar. En las actas capitulares de todas las épocas se hacen muchas referencias a todo lo que hemos dicho. Me ha llamado la atención el especial cuidado que tenía el ayuntamiento de esta época con los más desfavorecidos, veamos algunos ejemplos:
  •        En 1755 se regula el precio del trigo a 12 reales la fanega y a 6 reales la de cebada. La libra de pan se regula en 8 maravedís. Todo en beneficio de los pobres.
  •      Se da a los vecinos ciertas facilidades para devolver el trigo que le ha prestado el pósito para la sementera o cualquier otra necesidad.
  •          Se le da una limosna de leña a todos los vecinos por Navidad, como es costumbre. Durante tres días deberían ir al Monte para recoger la leña, siempre en presencia de algún cargo del ayuntamiento para no hacer daño a las encinas verdes.
  •          En 1757 se le dan 2 fanegas y 6 celemines libres de renta a Martín Domínguez (maestro cirujano) en el Ejido Alto, para que ejerza su oficio.
  •       Cuando se acercaba San Andrés (30 de Noviembre, época de matanza), cada vecino debería pagar por la bellota del Monte que había consumido su o sus cerdos. En 1757 se reguló a 15 reales de vellón por cada cerdo de “bara” y 3 reales por cada uno de “granero” (no sé lo que significan esos términos, supongo que se refiere al peso del animal)
CÓMO EVITAR LA TEMIDA PLAGA DE LANGOSTA                                                                                                                                                     
    En Julio de 1757 los alcaldes ordinarios: Lázaro de Zafra y Pedro Contreras, requieren la presencia de Juan Mateo Hernández de 50 años de edad y Manuel de Moya de 49 años, para que recorran el término del pueblo y vean qué tierras estaban plagadas de canutillo. Encontraron que parte de las parcelas de 19 propietarios estaban contaminadas. Los más afectados fueron: Isabel Colomo con 8 Fanegas y los hermanos Alonso y Cristóbal Ubal con 10 fanegas, los 16 restantes tenían entre 1 y 3 F contaminadas, en total  45 fanegas. Se dio la orden de que antes de la sementara, dichos propietarios deberían arar la tierra con rejas que profundizaran poco, con el fin de sacar el canutillo (foto del margen) donde estaba “aovando” la langosta. Posteriormente deberían pasar los cerdos para que se los comieran y de esa forma evitar la temida plaga.
    Debemos aclarar que el “canutillo” es un receptáculo enterrado en la tierra en forma de cilindro hueco y gelatinoso, que fabrica la langosta hembra (lo que en el pueblo llamamos cigarra), donde pone de 30 a 50 huevos, de ellos saldrán las larvas en Abril, que más tarde se convertirán en langostas con capacidad de volar, que lo devoran todo a su paso y son muy difíciles de eliminar, ésto ocurre entre Junio y Julio. En estos meses se aparean, y la hembra vuelve a fabricar el “canutillo” para poner otra vez los huevos. Así que el mejor momento para evitar las  plagas de langosta, era en la fase de “canutillo” y antes de la siembra del cereal (sementera). Las plagas de langostas han sido temidas a lo largo de la historia por su altísima capacidad de destrucción en los campos de cultivo. Ha habido brotes incluso hasta bien entrado el siglo XX

SOBRE EL APELLIDO GAY

    En el cabildo del 20 de Diciembre de ese mismo año, vuelve a aparecer el apellido Gai (Gay). Recordemos que en el anterior capítulo aparecía la primera persona que lo llevaba y de la que tenemos constancia: Tomás Gai. En este año de 1757 se proponen a dos personas como Alcaldes de Hermandad: Francisco Manuel Gai y Diego Gai, pero no salen nombrados para esos cargos porque fueron propuestos en segundo lugar. En 1759 se proponen para esos mismos cargos y en primera opción a Ramón Rísquez y a Diego Gay (ahora lo escriben con “y”), por lo que en este caso sí saldrán nombrados. Diego Gay también ocupará el mismo cargo en 1765 junto con José de Cuenca.
    En 1771 se vuelve a hacer un nuevo catastro y ya aparecen cuatro personas con dicho apellido: Francisco Manuel Gay de 40 años y con dos hijos varones menores, Antonio Gay de 45 años, Diego Gay con un hijo de 5 años y Juan Gay de 30 años. No sabemos la relación familiar entre ellos, probablemente fueran hermanos, tampoco de dónde venían, ni la relación con Tomás Gay de 1751.
    En algo más de un siglo el apellido Gay se extiende muchísimo. En un censo de 1894 aparecen 34 personas con ese apellido en primera posición y 27 en segunda, y eso que en el censo sólo aparecen hombres y viudas mayores de 25 años.

OBRAS DEL AYUNTAMIENTO

    En el cabildo del 30 de Diciembre de 1759 se dice que las casas del Cabildo (ayuntamiento) se encuentran arruinadas desde tiempo inmemorial y hacía falta un sitio cómodo para celebrar las reuniones y también una cárcel segura; pero los fondos para su construcción no eran suficientes, así que se propone subastar la obra al mejor postor. A partir de aquí no se hace ninguna referencia a la subasta ni a la obra, sólo podemos decir que en el Cabildo del 1 de enero de 1764, se expresa claramente que están reunidos en las Casas Capitulares. Recordemos que hasta entonces se utilizaban como pósito y cárcel algunas estancias del castillo, pero nunca se ha aclarado dónde se hacían las reuniones de cabildo (plenos).
    En el nuevo catastro de 1771, también se da a entender que la obra está terminada, y se dice que el edificio limitaba por una parte con la iglesia y por la otra con la “callejuela que llaman del alférez”  que sería el trozo de la actual “Capitán Ortega Gallo” que va desde el ayuntamiento hasta la calle del Parral.

APARECE EL APELLIDO PEREA

    La primera persona con apellido Perea aparece en el cabildo del  18 de Febrero de 1762, siendo alcaldes ordinarios: Juan de Molina y Lázaro de Zafra, Alguacil Mayor: Cristóbal Morillas, Regidores: Alonso Gómez, Cristóbal Morillas Colomo y Francisco Becerra, Síndico Procurador: Francisco Armenteros. Se decide contratar a un maestro albañil llamado Diego Perea, procedente de Jaén. La misma acta capitular sirve de contrato y a lo largo del documento se utiliza unas veces el apellido Perea y  otras Pereda. Las condiciones eran que este señor estaría libre del repartimiento (no participaría en el pago de impuestos como el resto de habitantes), se le cedería dos fanegas en el Ejido Alto*, de las que pagaría una cuarta parte de la cosecha sólo los años que la sembrase de trigo o cebada, y debería cobrar 6 Reales por jornal o 4 Reales si además le daban de comer, más un peón de “gracia” (el último no lo cobraba). Él firmaba siempre como “Perea” no Pereda, y a sus hijos los inscribió con el apellido Perea. En el censo de 1894 ya aparecen 8 personas con el apellido en primera posición y siete en segunda.
El Ejido Alto* era toda la zona dónde ahora está la calle San Cristóbal. Desde la actual caseta de la luz hacia arriba, se llamaba “Puerta de las viñas”
    Respecto al apellido Calvache diremos que no aparecerá hasta 1795. En el siguiente capítulo hablaremos de él.

NUEVA NORMATIVA PARA EL MÉDICO

    En  el cabildo de 1764 se dice que, según una Real orden de su majestad, no se permite a ningún individuo ejercer el oficio de médico sin un título revalidado, como era el caso de José Campos (médico del pueblo), así que se le notificó desde el ayuntamiento que debería cesar en el oficio de la “curación”, pero miren por dónde, en 1765 había muchos enfermos pobres, por lo que le vuelven a pedir ayuda a José Campos para que intervenga en su curación, aunque no tuviera el título revalidado. De todas formas en 1771 ya aparece como médico titular de Villardompardo.

ABASTECIMIENTO DE SAL PARA VILLARDOMPARDO

    La sal era un bien muy apreciado en la antigüedad, más como conservante que como condimento. Todos los años tenían que ir al Toldo* de Jaén para traerla. Normalmente iban los alcaldes ordinarios. Concretamente el 10 de Mayo de 1765, Pedro de Contreras y Pedro Morillas, fueron a la capital para traerse 26 Fanegas de sal, que era la tercera parte de la que tenía asignada Villardompardo para todo el año. Todos los años aparece este acta, pero en este caso se dice la cifra concreta que necesitaba el pueblo.
Toldo* era el nombre que se le daba en Andalucía al establecimiento dónde se vendía la sal.

UN NUEVO CATASTRO EN 1771

    El Catastro del M. de la Ensenada de 1751 fue un rotundo fracaso, aunque de un valor histórico incalculable por la información que nos proporciona. En 1771, Carlos III quiso retomar de nuevo la idea de un impuesto más justo para todos: “La Contribución Única”, y eliminar las “Rentas Provinciales” compuestas de innumerables impuestos difíciles de calcular y totalmente injustos para las clases más desfavorecidas. Al final también fracasó por la oposición de la nobleza y la iglesia.
    Para poner de nuevo en marcha el proyecto, hacía falta revisar el Catastro de 1751 o hacer uno nuevo en 1771, como fue el caso de Villardompardo. Así que tenemos la suerte de contar con dos catastros con 20 años de diferencia, bien hechos y muy completos. El primero en el Archivo Histórico Provincial de Jaén y el segundo en los Archivos  del Ayuntamiento de Villardompardo.
    La comparación de ambos es muy interesante, porque nos da una idea clarísima de la evolución socioeconómica de Villardompardo durante 20 años. No vamos a hacer un análisis de este nuevo catastro como el que se hizo en el capítulo anterior con el de 1751, pero intentaremos explicar algunas conclusiones curiosas:
-          En este catastro, a diferencia de 1751, se dice la edad del declarante, casi nadie conseguía pasar de los 70 años. Como la esperanza de vida era muy baja, el traspaso de la titularidad de casas y tierras es muy rápida, no como hoy en día. También declaraban su estado civil, el número de hijos varones (las hijas no las tenían en cuenta para nada), la profesión y propiedades.
  •  Los nombres de las calles son los mismos que en 1751 excepto la actual calle Herrería que se llamaba “Callejuela de Alonso Molina” y la ya referida “Callejuela del Alférez” (foto). Ya aparece construído el Pósito en el actual edificio del consultorio, recordemos que en 1751 estaba en el castillo.
  •  En 1771 declaran un total de 131 vecinos LEGOS, respecto a los 114 de 1751. Si con 114 vecinos había un total de 387 habitantes, siguiendo la misma proporcionalidad, con 131 vecinos podría haber algo más de 440 habitantes.
  •  Hay más gente que declara vivir en casa propia y también se declara más ganado (vacuno, ovejas, burros, cerdos, etc) que en 1751, así que las condiciones de vida mejoran.   
  • Como hemos dicho, muchas casas cambian de propietario, y también algunos capitales (los pocos que había). Por ejemplo, las propiedades de D. Alfonso de Valdelomar, que ya había fallecido, pasan a su yerno Manuel de Moya  convirtiéndose en la persona más rica de Villardompardo. Contaba
    con muchas tierras y varias casas en la calle del Parral. Manuel de Moya vivía en la casa que hoy conocemos como del “Tito”, que limitaba por detrás con la iglesia. Si esta casa limitaba con la iglesia y el ayuntamiento también, entonces
    la casa del cura no existía.
  •  Las propiedades de Juana María de Contreras pasan a Juan Luis Jiménez, de Arjona. También aparecen como grandes propietarios: Miguel de Ortega, D. Juan de Aguilar, Pedro de Contreras o Juan de Cuenca (vivía en la casa conocida como de “Los García”)
  • El conde no declara, se remite a lo declarado en 1751. La nobleza, con su pasividad, hizo todo lo posible para que el proyecto no saliera adelante, como así fue.
  •  El ayuntamiento declara de forma muy precisa todas sus propiedades, nombrando los lugares del campo dónde las tenía, coinciden exactamente con las de 1751.
  •  En general todas las personas que declaran propiedades rurales, dicen el nombre del paraje donde se encontraban. Curiosamente y después de casi dos siglos y medio, la mayoría de los nombres se conservan iguales o con pocas variaciones: El Rejano, Picayuelo, Los Pechos, Las Moratillas, Puente Vieja, El Yesezuelo, Fuente Umbrí, La Corona, etc, etc. Otros han cambiado por el nombre de su antiguo propietario: Cerrillo Billana y Cerro Valdespeja por Cerro Fernandico, o Peñas del Acebuchal por Piedras de Eulogio. Otros casi han desaparecido como: Valdespeja o Puerta las Viñas, y otros han degenerado tanto que nadie se imagina su nombre original, como el curioso caso de Prado Andino ahora llamado Plaondino... ¿Quién le pondría ese nombre y por qué?

FUENTES CONSULTADAS

-          Actas Capitulares originales de esta época.
-          Catastro de 1771

                                                                               Carlos Ramírez Perea

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