PREGÓN DE LAS FIESTAS DE LA JUVENTUD 2014
PREGÓN DE LAS FIESTAS DE LA JUVENTUD
2014
Querido pueblo de Villardompardo, villarengos y
villarengas, amigos todos. En primer lugar, queremos agradecer a la Corporación
Municipal, a nuestro Alcalde y a la Comisión de Festejos el honor que nos supone
compartir con todos vosotros este momento tan señalado que es el de pregonar LAS
FIESTAS DE LA JUVENTUD, que celebramos en honor de San Roque.
Este pregón va a ser especial,
diferente a cuantos se han celebrado desde este balcón. Y es diferente porque en
él no va a intervenir una sola persona, sino que vamos a intervenir varias. Es
cierto que podrían hacerlo muchos más que los presentes pero por circunstancias
de la vida sólo estamos nosotros. Queremos expresar nuestro más cariñoso recuerdo
a los que no pueden estar aquí físicamente pero que sí lo están y lo estarán
siempre en nuestro corazón. Gracias por su ayuda y colaboración; sin ellos esto
quizás no hubiera sido posible.
Diecisiete, diecisiete
años tenía mi buen amigo Manolo Armenteros, aquí presente; dieciocho teníamos
Antonio (El Nono), que en paz descanse, y yo y muy pocos más de veinte habían
cumplido estos, mis otros buenos amigos Fermín y Pedro, también presentes. De
edades parecidas eran muchos y muchas de los que no están aquí. Ellas también fueron
imprescindibles.
Nuestra vida
transcurría aún entre libros y alguno estaba iniciándose en el mundo del
trabajo. Diríamos que éramos chiquillos, pero chiquillos llenos de ilusiones, de
alegría y con muchas ganas de contagiárselas a todo el pueblo.
Estamos hablando de
finales de los años sesenta y principios de los setenta. Ya ha transcurrido mucho
tiempo y el hombre se paseaba por la luna.
A los presentes que nos
acompañaron en aquella época queremos recordarles cómo surgieron estas fiestas
y a los más jóvenes, que hoy son nuestros hijos o nietos, queremos mostrarles
los inconvenientes que tuvimos que superar hasta verlas hechas realidad. Pero
antes, queremos revisar las cosas de nuestro pueblo y comentar cómo vivíamos en
él los villarengos y villarengas hace más de cuarenta años.
Entonces, en el Villar
había bastantes más habitantes que hoy, a pesar de que la emigración ya llevaba
más de una década haciendo mella en nuestra querida Andalucía y en otras
regiones españolas, porque todavía no existían las Comunidades Autónomas.
Vivíamos del campo,
principalmente del olivo y de los cereales, ya que aún había muchas tierras
calmas de las que se obtenían, además del trigo y la cebada, buenas cosechas de
matalahúga y alpiste que se vendían, si el precio era razonable, o se
almacenaban en la cámara de la casa en espera de mejores precios. En este caso,
los únicos beneficiados eran los ratones.
La economía era una economía familiar autosuficiente:
cada familia sembraba todo lo que necesitaba para “volcar” el año: los garbanzos
para el gasto de la casa, el trigo para las gallinas y la cebada para las mulos.
Las habas hacían bien el apaño: verdes para un buen guiso y secas para los
potajes y para los cochinos; a las cabras se les sembraba un trozo de verde y
luego se segaba para las bestias. Se sembraban cebollas, ajos, tomates, patatas
y los melones, blancos, amarillos o rayados, que eran almíbar y unas sandías con
las pepitas gordas que te chorreaba el jugo hasta el codo. Y todo se
aprovechaba. Los melones zocatos y los picados por los perdigones eran para el
gazpacho. Hasta las cáscaras se las picábamos a las gallinas y a los pavos o se
les echaba a los cochinos, de cuya matanza se obtenía chorizos, morcillas,
salchichón, jamones y el tocino del cocido. ¡Qué bien sabían nuestras madres
administrar la matanza para que durara el año entero! Además, se criaban
conejos. En la mayoría de las casas había de todo; lo único que escaseaba en
casi todas era el dinero. Entonces no había subsidios de desempleo, ni pagas
del paro, ni subvenciones para la aceituna, ni nada de nada.
Cuando llegaba el
tiempo de la aceituna era frecuente que se juntaran dos familias para recoger sus
cosechas “a revueltas”. La aceituna se cogía a conciencia; no se dejaba ni una
y eso que había que tender manteos, varearla, acarrearla a la limpia y
limpiarla porque todavía no había sistemas automáticos; había que llenar sacos
y cargarlos sobre los mulos y si alguno salía pingón aquello era un circo. Un
viaje a mediodía y otro por la tarde y toda la aceituna recogida venía al
molino o al puesto de compra. Al final de la campaña se ajustaban cuentas y la
familia que debía jornales a la otra se los abonaba y no había que dar de alta
en la Seguridad Social, ni hacer nóminas, ni rellenar tantos papeles como hoy.
El jornal rondaba las cien
pesetas (sesenta céntimos de ahora). La aceituna se cobraba a siete u ocho
pesetas el kilo y si este precio hubiera ido subido hasta hoy en la misma
proporción que lo ha hecho el de los jornales, cuyo importe se ha multiplicado
casi por cien, un kilo de aceitunas hoy valdría cuatro euros y el de aceite casi
veinte.
Al final de la jornada,
lo normal era que los hombres se
arreglaran y se fueran al bar. Peor lo tenían las mujeres, que percibían
menor salario que los hombres, encima de que su trabajo era más penoso porque
iban arrastradas por el suelo con las manos entre la escarcha y con las
rodillas doloridas por lo áspero del terreno. Además, su jornada era doble
porque cuando llegaban al pueblo tenían que hacer todas las tareas de la casa:
cocinar, fregar, lavar la ropa,… y planchaban escuchando por la radio la
radionovela de moda, Matilde Perico y Periquín, que duró varios años.
Y como tampoco había
guardería para los niños, estos tenían que quedarse con los abuelos.
Por entonces no había
colesterol ni diabetes, o al menos no se sabía nada de esto. Pero, ¿cómo íbamos
a tener colesterol ni azúcar si a la aceituna se iba y se venía “a patitas”? Y
en el agosto, entre la siega, el arranque de los garbanzos y la matalahúga, la
barcina y la trilla, dábamos más vueltas que un pato mareado. Y si encima
tenías que ir por agua al pilar, ya tenías el día completo.
Porque entonces no
había siquiera agua potable en las casas, sólo algunas tenían pozo. Había que
ir al pilar después de venir del campo. El pilar tenía tres caños arrojando
agua, mucha en el invierno y poca en el verano, que acababa en un abrevadero de
piedra que había en el centro de lo que hoy es la Plaza de la Fuente. Allí
saciaban su sed el ganado y el montón de bestias que, a falta de vehículos, había
en el pueblo; más de uno se ha dado un remojón en él, a pesar de las
sanguijuelas que tenía.
El acarreo del agua
para las casas solía ser cosa de los hombres, aunque en el verano hasta los
niños eran necesarios porque cuando aflojaba el chorro de los caños y se reservaba
uno de ellos para abastecer el abrevadero, había que hacer horas de cola para
llenar una carga de agua. Cada persona tenía derecho a llenar dos cántaros, así
que para una carga de cuatro cántaros tenían que ir dos personas y tres, si era
de seis cántaros. Si ibas solo y no querías hacer tanta cola tenías que ir por
la siesta o de madrugada. Así terminabas antes, pero era más aburrido porque te
perdías los chismorreos que había en el pilar en la fresquita.
Acarrear el agua por la
siesta tenía la ventaja de que para ponerte moreno no necesitabas ir a la playa.
Pero, ¿he dicho playa? Anda, si en aquella época lo moreno no estaba de moda y
lo de ir de veraneo era cosa de ricachones.
Aquí aún no se había
construido la piscina municipal y en las casas tampoco había piscinas. Nuestras
piscinas eran las albercas, como la de Los Caños, la de Los Estacares o la de
La Tinajuela y siempre lo hacíamos a escondidas para no lucir el bañador porque
todos llevábamos el mismo modelo que siempre era blanco: los calzoncillos
puestos con la raja detrás. Algunos se daban el chapuzón en algún remanso de El
Salado, con sus ranas, sus zapateros y sus obas verdes.
En la casa, era la regadera
la que funcionaba como ducha. Rara era la casa que disponía de cuarto de aseo
y, en la que lo tenía, el agua estaba racionada porque al trabajo de traerla
del pilar había que añadirle el de subirla hasta el depósito que estaba en la
cámara. La ducha era un lujo que sólo te podías permitir los domingos y los
días de fiesta.
Frente al pilar, donde
hoy hay un aljibe que recoge el agua sobrante del mismo, había un lavadero
público al que acudían las mujeres a lavar la ropa con el jabón que ellas
mismas habían hecho con la pringue sobrante de la cocina. Allí lavaban también
los sacos tras la recolección de la aceituna. Entonces no había lavadoras, ni
detergentes, ni dinero para comprarlos, en caso de que los hubiera.
Esta plaza, en la que
ahora nos encontramos era diferente, no tenía fuente y en su lugar estaba el
candelabro, que era precioso y que en otros tiempos fue refugio de toreros y de
aficionados cuando aquí había toros. El Ayuntamiento estaba casi en ruinas. En
esta plaza estaba también el quiosco de José Antonio Cortés “El Bardado”, que
en paz descanse, donde vendía chucherías y algún cigarrillo suelto y donde
recargábamos los mecheros de gas, que ya casi habían desaparecido los de
gasolina.
Disponíamos de un
médico durante las 24 horas del día y pasaba la consulta en su propio domicilio
porque no había consultorio médico. En el sitio que ocupa el que hoy tenemos estaban
las escuelas: abajo, tres aulas para las niñas y encima otras tres para los
niños. Unos y otras entraban y salían por puertas distintas. En los sótanos de estas
escuelas se hallaban “las bodeguetas”, especie de almacén o trastero municipal,
que tenía un aljibe donde se almacenaba el agua de lluvia que recogía el tejado
y que se usaba para la limpieza de las escuelas y del Ayuntamiento.
En el pueblo había un
cine de invierno y otro de verano. En el de invierno, que tenía un escenario y
sus butacas y todo, se proyectaban películas o actuaban las revistas que venían
al pueblo. Era el “cine de Marcos”. ¡Qué buenos recuerdos de mi juventud me
trae! En él celebramos varios festivales para recaudar fondos para el
funcionamiento del Teleclub. Porque teníamos un Teleclub ¡y era comarcal!
En el cine de verano,
que estaba en lo que hoy es el polideportivo de la calle de San Cristóbal, había
película los domingos y algún jueves; valía ocho o diez pesetas (cinco o seis céntimos
actuales) y no todos podíamos costearlo.
En la plaza del Llano,
en el sitio del Hogar del Jubilado y en la plazoleta que está detrás, existía
un Cuartel de la Guardia Civil con una dotación de cuatro o cinco guardias y un
cabo. Dependientes del ayuntamiento teníamos al Inspector, al Sereno y al
Alguacil. A principios de los 70 el cuartel fue desalojado por hallarse en mal
estado de conservación y los guardias fueron destinados a otras localidades. A
nosotros nos vino bien porque al final allí trasladamos el Teleclub.
Como no había campo de
fútbol, nos echábamos algún partidillo en el terreno que había a continuación
de la ermita de San Roque. Otra forma de entretenerse era “dar una vuelta”, que
así se sigue llamando. Pero entonces se salía al anochecer y había que
encerrarse pronto.
Había en el pueblo
cuatro o cinco bares que también nos servían de distracción. Una “coreana” con
tapa costaba un duro (tres céntimos de hoy). Si varios amigos se sentaban en
una mesa y pedían una botella de vino, se la servían junto con un vaso en el
que todos bebían por turnos. Luego vendría la moda del “supervaso” con una
pajita para cada uno de los que chupaban de él. El invento del botellón es
mucho más reciente.
Los matrimonios salían
con sus hijos sólo durante las fiestas y entonces era cuando los padres tomaban
cerveza y los hijos Mirinda, de naranja o de limón. El resto del año, sólo los
hombres tomaban vino y, como no había frigoríficos en las casas, las mujeres
envolvían la botella en un trapo húmedo, la colocaban al paso del aire y cuando
ellos llegaban del campo algo se le había refrescado.
En aquella época no
había teléfonos móviles, ni internet, ni wasat, ni correos electrónicos. En el
pueblo había algunas decenas de teléfonos fijos, de aquellos negros colgados de
la pared y una telefonista que te conectaba con el número que le solicitabas.
Lo que sí teníamos era
nuestro propio “sistema informativo” que era en directo. El
“presentador” de las noticias se llamaba Manuel Fernández, al que cariñosamente
llamábamos “Manolillo el del Tambor”, que con toques de trompeta, y de esquina
en esquina, anunciaba todo lo que en el pueblo ocurría o iba a ocurrir: tres
toques y a continuación “se hace saber,
por orden del Señor Alcalde,…”; dos toques si el aviso era de la Cámara
Agraria Local, y un toque si pregonaba las patatas o los tomates que vendían en
la tienda de fulano o de mengano o las sardinas y boquerones que habían venido
a la plaza e incluso si alguien se había encontrado una sortija o una
pulsera que se le había perdido a
zutanita o la llave de la casa de no sé quién. Seguro que Dios lo tiene de
pregonero entre sus ángeles.
Manuel Susi Perea.
EL TELECLUB
Ya se ha dicho que el
mérito de las “Fiestas de la Juventud” no lo tuvimos unos pocos que parecía que
éramos los que daban la cara. El mérito lo tuvieron los 150 socios y socias del
Teleclub que hicieron suyo aquel proyecto que hoy es una realidad que dura más
de cuarenta años y que ya jamás desaparecerá. A todos ellos y ellas hay que
agradecerles el origen de estas fiestas.
En los años sesenta se
creó la Red Nacional de Teleclub, dependiente del Ministerio de Información y
Turismo. En las pequeñas localidades y en algunos barrios de las grandes
ciudades surgieron los Teleclubs. Su finalidad era promover la cultura y el
deporte en las áreas más desfavorecidas. Era necesario un local y personas que
lo dirigieran. Una vez aprobado se le dotaba de un televisor, una pequeña
biblioteca básica, tanto juvenil como infantil, revistas, periódicos y algunos
juegos de mesa. En los Teleclubs Comarcales, como era el nuestro, la dotación
de medios materiales era superior, incluso disponían de un proyector de cine de
35 milímetros, ya que servían de apoyo y orientación al resto de Teleclubs de
la comarca, a los que prestaba temporalmente los medios que ellos no tenían.
Pero ¿cómo y cuándo se
fundó el Teleclub?
En 1968 fue nombrado
párroco de nuestra Parroquia y de la de Escañuela un cura joven, que venía de
la Parroquia de San Bartolomé de Jaén: era Don Antonio Mendoza Virgil.
Este cura venía cargado
de ilusiones y ganas de trabajar. Y venía de una parroquia en la que había
conocido a mucha gente de la capital, a muchas personas importantes e
influyentes con las que mantenía buenas amistades.
Una de estas personas
fue Don Manuel Urbano, para los amigos Manolo Urbano, que en paz descanse.
Ocupaba un puesto en las oficinas de la Delegación Provincial de Información y
Turismo en Jaén y nos echó no una mano, sino las dos, para que el Teleclub
fuera una realidad en el Villar.
Una vez fundado había
que hacerle funcionar. El Teleclub fue durante muchos años el único punto de
encuentro de la juventud y el único lugar donde se promovían el ocio y la
cultura de los jóvenes y no tan jóvenes del pueblo. Además, como en aquellos
tiempos apenas había televisores en las casas y las actividades que se
realizábamos eran muy atractivas, la juventud fue apuntándose de forma masiva.
El funcionamiento del
teleclub necesitaba dinero, además de ideas y personas con ganas de trabajar.
Pero la juventud, que no tenía trabajo o trabajaba en el campo con sus padres,
poco dinero podía tener por lo que las cuotas no podían ser muy elevadas.
Entonces nombramos “Socios de Honor” a personas mayores del pueblo que
satisfacían una cuota mayor y que sin su colaboración económica poco podríamos
haber hecho.
La primera ubicación
del Teleclub fue en la última de las casas que fueron de los maestros. Allí fue
donde empezamos nuestras actividades, que siempre eran gratuitas, bien acogidas
y muy divertidas.
En la puerta de la sede
del Teleclub, por cierto que su nombre completo era Teleclub Cultural y
Recreativo, poníamos unas mesas que a modo de escenario nos servían para las
actividades que allí realizábamos: concursos, actuaciones, sainetes, breves
representaciones teatrales, y muchas otras actividades que solían tener gran
aceptación por la gran cantidad de personas que acudía, cada cual con su silla,
y allí pasaban las tardes de sábados y domingos.
Por entonces, la
televisión emitía un programa que se titulaba “Cesta y Puntos” y nosotros
pretendíamos imitarlo. Era una competición entre dos equipos a los que se les
hacía preguntas de actualidad y de cultura general y el equipo que obtenía
mayor puntuación por sus respuestas acertadas, ganaba el concurso. El público
asistente animaba y aplaudía, cada cual a su equipo favorito.
No faltaban los chistes
ni las imitaciones de los humoristas de moda, tales como Gila con su famoso
teléfono.
Había quien, cuando se
ponía a tono, se arrancaba por flamenco y quien imitaba a Manolo Escolar.
Los asistentes a todas
estas actuaciones solían consumir alguna cerveza o algún refresco cuyos
beneficios ayudaban al mantenimiento del teleclub.
Recuerdo que también
montamos una academia de mecanografía y de cultura general que impartía clases
gratuitas hasta de francés. Las cinco máquinas de escribir de las que
disponíamos eran de segunda mano pero funcionaban perfectamente. Las compró uno
de los socios de honor que antes hemos citado y las donó al Teleclub.
Este estuvo ubicado posteriormente
en otras casas y al final en el antiguo Cuartel de la Guardia Civil pero su
ubicación es lo de menos. Lo que es realmente importante es el hecho de que
cada traslado llevaba consigo, además de la mudanza en sí, un montón de obras y
reparaciones que los socios y socias asumían con su trabajo y, a veces, con su
dinero.
EL ORIGEN DE LAS FIESTAS
Varias casualidades
coincidieron para que hacer realidad estas fiestas ya cuarentonas:
1ª) El nombramiento del
nuevo Párroco, Don Antonio Mendoza Virgil, del que ya hemos hablado un poco.
Este fue el verdadero motor de todo el cambio que experimentó nuestro pueblo
por aquellas fechas (recordaremos la fundación del Teleclub, la puesta en
marcha de una Guardería Infantil y la creación de la Cooperativa Textil de las
mujeres, entre otras muchas cosas).
2ª) El hecho de que
nuestras fiestas patronales fueran en octubre y que esa época del año muchas
personas del pueblo emigraran temporalmente a Francia y a otras regiones
españolas.
3ª) El que Escañuela
tuviera La Víncula en agosto con un alto nivel, porque las costeaba el
Ayuntamiento. La rivalidad entre el Villar y Escañuela fue el acicate para que
nosotros quisiéramos tener unas fiestas mejores que las suyas.
4ª) La existencia del
Teleclub que había aglutinado a la juventud la cual necesitaba tiempos y
espacios de diversión.
Las Fiestas se gestaban
de madrugada, en el cancel de la Iglesia, donde nos sentábamos y organizábamos
todo aquel tinglado. Cuando el tiempo ya no acompañaba, era en la casa del Cura
donde nos juntábamos. Recordamos con gran cariño a sus padres, Doña Amalia y
Francisco, que tantos días nos aguantaron y tantas veces nos dieron la merienda
o la cena. Dios los habrá recompensado por su generosidad y paciencia con todos
nosotros.
Al principio se
programaba una “Semana Cultural y Recreativa” con motivo de las Fiestas de la
Juventud. Durante esta semana se organizaban muchas actividades culturales y
recreativas, entre ellas recordaremos los campeonatos deportivos,
principalmente de fútbol, los concursos infantiles y juveniles, las sesiones de
teatro, también infantiles y juveniles, las veladas de baile con sus concursos,
el cotillón,… De todo esto vamos a ir hablando un poco cuando llegue el
momento.
LA CABALGATA
Como todas las fiestas
que se precien, en las primeras Fiestas de La Juventud que organizamos hubo
cabalgata de carrozas y desfile de gigantes y cabezudos.
Fue difícil hacernos
con los cabezudos puesto que creímos que no habría problemas y ¡vaya si los
hubo! Queríamos que fueran como siempre, a las doce de la mañana, con repique
de campanas, con cohetes y todo. Mientras hicimos las gestiones oportunas el
tiempo fue pasando y los cabezudos no llegaban, así que tuvimos que aplazar el
desfile para la tarde y fue mejor porque hacía más fresco. Desde entonces, los
cabezudos vienen saliendo por la tarde. Teníamos que vestirnos los mismos que
los preparábamos y encima echar los cohetes.
Se decidió que para
hacer unas fiestas en condiciones había que nombrar “Reinas de las Fiestas”, no
sólo la Reina Juvenil, sino también la Infantil. La primeras Reinas fueron,
respectivamente, Remedios García Osuna y Mª. Carmen Linares Lanagrán. Llevaron
con orgullo sus bandas y sus ramos de flores, montadas en sendas carrozas. Un
dato curioso es que como la reina infantil era tan pequeña hubo que hacerle una
cesta de tiras de madera de un metro de diámetro pero sólo se le veía la cabeza
y tuvimos que sentarla en una caja y sujetarla con cinturones para evitar que
se cayera. El carro de la carroza era de madera, lo hizo el padre de Pedro el
carpintero e iba tirado por un mulillo pequeño de su propiedad.
LOS DEPORTES
Durante las fiestas se
celebraban competiciones de deportivas, principalmente de fútbol. Como aún no
había campo de futbol, como ya se ha dicho anteriormente, jugábamos en el sitio
que también se ha citado antes y, además, en un lugar próximo al pueblo llamada
“El Colegio”, que era una tierra que se sembraba y donde, una vez realizada la
siega, quedaba el pajón que los socios del Teleclub rastreábamos con rastrillos
de los que aquí llamamos “mano de hierro” para poder jugar. Las porterías las
hizo Manolo Armenteros con tuberías del agua; como eran tan grandes que no
cabían armadas en el taller y tampoco había soldadora portátil hubo que soldar
los hierros en la calle y llevarlas hechas al campo de fútbol.
El primer equipo del
Teleclub se llamaba “Águilas” y las primeras camisetas fueron verdes.
Posteriormente fueron rojiblancas.
En la plaza del
Castillo, la que hay delante de las escuelas, pusimos unas porterías de
baloncesto y allí echamos algún que otro partidillo.
También conseguimos una
mesa de ping-pong y las palas y pelotas las adquiríamos en una tienda de Jaén,
cuyo dueño era conocido del cura. Se pagaban con su amistad, con misas o no se
sabe cómo.
LOS CONCURSOS
Muchos eran los
concursos que se celebraban durante esta semana cultural y recreativa. Entre
ellos vamos a recordar las carreras de cintas en bicicleta, las carreras de
sacos, el tiro de la soga, carreras y maratones populares, concursos de
habilidad y equilibrio con bandejas y vasos con agua, etc.
Haremos mención
especial a la única carrera de cintas en coche que se ha hecho en el pueblo.
Los coches salían desde del Llano, subían por la calle Virgen de la Cabeza y a
la altura de la Farmacia estaba el cajetín de las cintas. El conductor tenía
que ir acompañado de una dama que era la que, sacando la mano por su
ventanilla, intentaba atrapar una cinta con un punzón. Fue la única vez que se
celebró una carrera de cintas en coche ya que entrañaba cierta peligrosidad y
no se ha vuelto a realizar ninguna otra.
Otra carrera que merece
la pena ser comentada, por las vicisitudes con que nos encontramos, fue la
carrera de burros. Tuvo lugar a las seis de la tarde en la cuesta de Las
Alcantarillas, en el terreno que hay subiendo a mano izquierda, hoy sembrado de
almendros. La salida estaba arriba, para coger carrerilla, y la meta estaba en
el desaguadero de Las Alcantarilla. Nos prestaron un burro que estaba trabado
en las inmediaciones del Pilar y, a pesar de que fuimos por él a las cinco de la
tarde, eran justo las seis y media cuando nos presentamos con el burro en la
salida. Quisimos repetir la carrera para que pudiera competir el animal en
cuestión y su jinete pero el jumento se negó y no hubo manera de hacerle andar.
Se me olvidaba decir que el nombre del veloz
animal era “El Berenguer” conocido por todos los de su época y famoso por
acompañar a los quintos en sus correrías.
Pedro Delgado Serrano.
LOS CONJUNTOS
Todas las fiestas
tienen sus veladas de baile y aquellas no iban a ser menos, con sus conjuntos y
en directo.
Quien contrataba los
conjuntos era Manolo Armenteros. Para que os hagáis una idea de la dificultad
que tenía el contratar un conjunto, tenemos que pensar que en el pueblo, como
se ha dicho antes, no había más de cuarenta teléfonos y estos funcionaban a
través de una centralita atendida por la telefonista. Tú levantabas el teléfono
y en la central sonaba una señal y se encendía la luz de tu teléfono; le decías
a la telefonista con qué número querías hablar y ella conectaba las clavijas
adecuadas. Una vez finalizada la conversación, se apagaba una de las luces de
los teléfonos conectados, ella sacaba las clavijas y se acabó.
Pero este proceso se
complicaba y alargaba cuando era una conferencia para hablar con alguien de
fuera del pueblo. Para contratar a un conjunto tenías que poner una conferencia
y la espera podía durar más de una hora, tanto en tu teléfono como en la
centralita. A veces ocurría que al cabo de una hora o más conseguías que te
conectaran con el número solicitado pero no estaba la persona que buscabas o
era su madre o alguien ajeno y…, vuelta a empezar: pedir otra conferencia,
esperar un buen rato,…
Recuerdo que el primer
conjunto contratado se llamaba “Los ¿Qué?” estaba compuesto por 4 muchachos
jóvenes y un niño de unos 9 años que tocaba muy bien la batería. Nos cobraron
2.500 pesetas (15 euros actuales). Otro año vinieron “Los Jóvenes”, que eran de
Linares. No voy a hacer una lista detallada de todos los conjuntos que nos han
divertido porque sería muy larga y seguro que se me olvidarían muchos, pero
quiero recordar algunos tan famosos como “Los Fussan”, “Los Sonoros”, “Los
Amigos de Gines”, “Ecos del Rocío”, “Alameda ,… todos ellos de gran fama y
mucha actualidad.
Os voy a contar algunas
anécdotas curiosas que nos ocurrieron con algunos de estos conjuntos.
“Los Amigos de Gines”, en las Fiestas de la
Juventud de 1974 (ahora hace 40 años) y que por cierto nos costaron 40.000
pesetas (240 euros), empezaron su actuación normal y con muchas ovaciones y
gran admiración por sus canciones, su estilo, y por su fama de ser uno de los
mejores grupos rocieros del momento. A la hora del descanso les dimos un
bocadillo a cada uno y los visitamos para nos dieran alguna fotografía firmada
como recuerdo. Nos dimos cuenta de que dos de las caras de los que había en la
fotografía no coincidía con las de los que estaban actuando ya que en la foto
todos eran morenos y aquí habían venido dos rubios y uno era mucho más grande
que los de la foto. Intentaron convencernos del color del pelo, alegando que
era teñido pero en aquellos tiempos pintarse el pelo no era normal, más bien
todo lo contrario, y nos fuimos poco convencidos. Unos días más tarde nos
enteramos de que esa misma noche “Los Amigos de Gines” habían actuado en la
piscina de Andújar, en el Camping; imagino que sería la otra mitad acompañados
de otros dos “amigos”. La verdad es que en la calidad de la actuación no
notamos nada.
Otro año contratamos a
“Los Ases”, un conjunto de Jaén cuyo cantante se llamaba Aguilera y tenía fama
por su voz y por lo melodioso de sus canciones, que gustaban tanto a jóvenes
como a mayores. Entonces la actuación de los conjuntos empezaba a las 10 de la
noche y acababan no más tarde de las 2 o las 3 de la mañana. A las diez de la
noche ya estaban aquí “Los Ases”, vestidos y dispuestos a comenzar la actuación
pero los instrumentos musicales aún no habían venido y resulta que ya eran más
de las once y media y no habían resultado; estábamos desesperados y el público
cabreado. Quisimos suspender el baile y denunciar a los músicos cuando a eso de
las doce menos cuarto se presenta un motocarro con los instrumentos del
conjunto. Con el enfado que teníamos, le regañamos al transportista y quisimos
despedirlo pues había venido casi a la hora de terminar. Entonces, ese hombre,
que era bastante sordo, nos insistía que no nos preocupáramos, que por él no
había problema ya que no tenía prisa por volverse a Jaén. Ese día duró el baile
hasta las 7 de la mañana. Desde entonces los bailes duran hasta que se va el
último.
LOS BAILES
Como teníamos Reina de
la Juventud, era lógico que el baile lo abriera ella. Un militar de muy alta
graduación, ya retirado y amigo de Don Antonio Mendoza, fue invitado por él a
hacer el baile de honor con la Reina de las Fiestas y aquí se presentó a tal
fin, ataviado con sus mejores galas, correaje, medallas y su sable en la
cintura. Así inició el baile, causando el asombro y la admiración de muchos por
el hecho insólito y mucho más de la flamante Reina.
En todas las veladas de
baile había concursos. Estos eran dirigidos, normalmente, por un buen
aficionado del pueblo que se ofrecía voluntariamente y que los llevaba con
salero y con formalidad. Entre estos concursos vamos a nombrar el de la escoba,
el de la estatua y el de la silla.
Con el importe de las
entradas que todos pagábamos y los beneficios de la barra, había que costear
los conjuntos y demás gastos de las fiestas, incluso los fuegos artificiales.
La entrada había que conservarla hasta el final del baile, por si algún socio
te la pedía, por lo que para poder controlar las entradas y salidas a la pista
ideamos un sistema complicado. Había ocho clases de papeletas: 4 para entrar
(socio, socia, no socio y no socia) y otras cuatro para salir. Era casi
imposible colarse sin pagar porque siempre había tres o cuatro porteros
vigilando.
EL SERVICIO DE CAMAREROS
Los socios, a pesar de
pagar sus entradas, teníamos que hacer turnos para hacer de porteros,
camareros, cocineros, reponer las bebidas de las neveras, fregar vasos y
platos, ir por agua al pilar o a cualquier pozo de la vecindad, etc.
Lo más complicado era
el tema del hielo. Este lo comprábamos diariamente en barras grandes de casi un
metro que, para evitar que se derritieran, enterrábamos en paja y guardábamos
en las bodeguetas. Por la tarde lavábamos las barras, las troceábamos y
cargábamos las neveras o los barreños, ya que no había neveras eléctricas.
Cuando llegaban las doce de la noche o las dos de la madrugada y se acababa el
hielo había que ir a sacar alguna barra de las bodeguetas y allí no había luz;
venías, con tu ropa de las fiestas, con la barra de hielo llena de paja en una
mano y la linterna en la otra. Y ahora había que sacar agua de un pozo para
lavar el hielo y quitarle la paja: todo un lío.
En una ocasión le tocó
de camarero en la barra al médico del pueblo; estaba al lado de una bandeja de
pinchitos que aún no habían sido cocinados, se acercaron dos forasteros y
pidieron dos pinchitos; el médico los cogió de la bandeja y se los puso tal
cual y al probarlos le dijeron “están crudos” y el camarero les respondió “Azí
zon”; supongo que se los asarían.
LOS COLABORADORES
Todos los gastos iniciales para poner
en marcha las fiestas, como comprar bebidas y aperitivos, cohetes, adornar la
pista, etc., necesitaban dinero que no teníamos. Entonces un Socio de Honor nos
prestó 1.000 pesetas (6 euros) y entre lo que pudimos comprar con ellas y lo
que nos fio el propietario de un puesto de la plaza de abastos de Jaén, amigo
de Don Antonio Mendoza, pudimos tener los fiambres, frutos secos, carne y
gambas necesarios.
La fábrica de cerveza
“EL Alcázar” nos facilitó un camioncillo de cerveza que al parecer fue un
“obsequio de degustación”, por cara del cura.
Montijano, que
posteriormente sería Ramos y Estrella nos suministraba, por adelantado, los
refrescos y el hielo.
Un amigo y colaborador,
que era representante de una marca de vino espumoso rosado, nos regaló unas
cajas de este vino. Como en el pueblo nadie lo consumía, fue el propio
representante quien, botella tras botella y noche tras noche, se bebió todo su
vino, invitando a todos los que podía y alabando la calidad del mismo. El
problema lo tuvimos nosotros a la hora de cobrarle porque no teníamos ni idea
de cuánto podía costar una de esas botellas. El resultado fue que regaló el
vino, se lo bebió y lo requetepagó. Todos contentos y el espléndido donante más
todavía.
Todos estos anticipos,
préstamos y facilidades podíamos conseguirlos gracias a la influencia y el buen
hacer de la misma persona: DON ANTONIO MENDOZA VIRGIL.
Manuel Armenteros Alcalá.
Ahora, vamos a leer un
escrito que os ha enviado Don Antonio a través de nosotros, y que dice así:
“Os escribo estas letras para que
sirvan como presencia testimonial, ya que físicamente no puedo acompañaros,
aunque con un gran disgusto por mi parte.
Corría el año 1968, cuando el Sr.
Obispo me llamó al Obispado para decirme que me nombraba párroco del pueblo de
Villardompardo. No conocía el pueblo, pero de inmediato y de forma secreta fui
a conoceros y situarme en él. Me recibió el entonces párroco D. Francisco que,
muy amablemente, me puso al día de los asuntos parroquiales y del perfil de los
feligreses que ya me esperaban ansiosamente.
De inmediato tomé posesión de la
Parroquia. El recibimiento fue maravilloso, fue abrumador. Todo el pueblo a ver
al curilla que le habían mandado. Pues eso era: un curilla que sólo tenía
veintiséis años, pero lleno de vitalidad, ilusión y con unas ganas tremendas de
trabajar, aunque también lleno de miedo. Me enfrentaba a una nueva etapa en mi
vida.
Ya estoy en el pueblo. Y ¿ahora qué?
Esa incertidumbre duró unas horas. Al día siguiente fui arropado por un grupo
de jóvenes que me visitaron en la casa parroquial. Ellos se encargaron de darme
ánimos e infundirme ilusión, ya que ellos también necesitaban de ella. Me
pusieron al día de las características del pueblo y de cada uno de los
feligreses, dándome a entender la clase de cura que ellos querían y que el
pueblo necesitaba.
Pues bien, aquí me tenéis. Vamos a no
perder tiempo.
Ellos habían ido a buscarme, pero
ahora era yo quien tenía que hacerme con ellos. Vamos a buscarlos. ¿Pero donde
están? Trabajando y, por las tardes, de paseo o en Casa Tarrán, en Casa de
Paquito el del Casino, en Casa Antonia etc., etc. Y si allí estaban con sus
“coreanas” allí iba el Cura a beber coreanas con ellos.
Sí, me fue fácil hacerme con ellos y
empezar a diseñar actividades y poner en marcha las sugerencias que ellos
presentaban.
Pues vamos, manos a la obra y a no
perder tiempo.
Se acercaban las Navidades, era el
tiempo de la aceituna y se presentó la primera actividad: poner en funcionamiento
una Guardería Infantil para ayudar a los padres con niños pequeños a fin de que
pudiesen hacer la recolección de la aceituna y sus hijos estuviesen bien
cuidados. Y ¿cómo?, si no tenemos un duro. No importa, la guardería funcionó.
¡Y cómo se financió! Como todo, con mucho coraje y pidiendo dinero a todo el
que se movía. Ya tenía el Cura amistades para sacárselo. Y un grupo de niñas
dispuestas a colaborar hasta sin cobrar.
CABALGATA DE REYES MAGOS.
Queremos Cabalgata para los niños.
Pues vamos allá.
¿Qué hace falta? Tractores. A por
ellos. No había muchos y de los pocos que había los dueños estaban un poquito
enfrentados. Si iba uno, no iba el otro. Total todo se arreglaba en el bar de
Tarrán con unas cervecitas.
Hay tractores y niñas dispuestas a
adornarlos. Cabalgata a la calle. La ilusión de los niños cumplida.
TELECLUB
Ya os han dicho detalladamente, su
creación y funcionamiento, por lo que lo paso por alto, pero sí quiero recalcar
que de él salió y en él se cocinaron todas las actividades que dieron un
revulsivo a la juventud, a los mayores y al pueblo entero.
MARAVILLOSA JUVENTUD. Al hablar de juventud, por supuesto
se habla de toda la juventud, masculina y femenina. Juventud totalmente
entregada para todo lo que hiciera falta. Juventud que necesitaba dinamismo,
acción, alegría, y cachondeo. De ahí salió la Fiesta de la Juventud. También os
han recordado, cómo fueron sus orígenes y conservación. Todo muy complicado y
difícil en sus comienzos, pero más empeño se ponía para saltar todos los obstáculos.
FIESTAS PATRONALES
A alguien se le ocurrió la idea de
los toros. Era una tradición perdida en el pueblo. Y ¿por qué no intentarlo? A
pesar de los muchos problemas que era montar una corrida de toros, lo
conseguimos utilizando todas las amistades que teníamos en este mundillo, Vg.
D. Jesús, el de Jaén. Y sí que conseguimos una corrida de toros.
FIESTA DE SAN ISIDRO.
Queríamos fundar la Romería de San
Isidro, pero, ¿y los permisos para Misa de Campaña y la procesión? Respuesta de
alguno: No importa; eso te los concedes tú. Pues bien, el Cura en el tractor,
celebración de la Misa y Fiesta y Romería quedaron instituidas.
Así podíamos seguir y no terminar.
Fueron tantas cosas. ¿Y la romería a la Virgen de la Cabeza? Empezamos con un
autobús y el último año que estuve con vosotros fueron cinco autobuses. Os voy
a confesar un secreto. De esa romería sacábamos algunas pesetillas al subir un
poco los billetes, pero eran para destinarlas a la Guardería.
Y ¿cómo no recordar el DIA DEL CORPUS?
Había que levantar los ánimos y la
ilusión. Era mucho trabajo y entraba el desánimo. Vamos a dar premios a los
mejores Altares y calles ataviadas. Pero no, no era buena idea, siempre
ganarían los más pudientes. Hace falta un estimulo general. Y se pensó en traer
a T.V.E. a sacar un reportaje y vernos en la Tele. Dicho y hecho. A buscar al
corresponsal de T.V.E. que sólo era uno para toda la Provincia y a conseguir
que viniera. Pues claro que sí, si era amigo del cura. T.V.E. vino al Villar, y
al día siguiente Villardompardo salió en la tele.
Y ¿cómo olvidar la joya de esta
corona de actividades? Esa era LA
COOPERATIVA DE LAS NIÑAS.
Si problemas hubo en todo las
actividades, en esto eran problemazos. Pero ahí estábamos buscando soluciones a
ellos y después de muchas reuniones y muchas cervezas en Casa Antonia, llegó
nuestro ANGEL SALVADOR. Sí, ese fue el TITO ANGEL, que juntamente con JUANITIN
Y JOSÉ se hicieron cargo de la financiación, dirección y puesta en marcha. Y
ahí se quedo funcionando, con muchos sacrificios, en la nave de una granja de
gallinas, que desinteresadamente nos cedieron, y ¡veinticinco niñas trabajando!
Voy a terminar. No os canso más. Esto sólo son
algunas migajas de todo lo que hicimos. Ojo, no lo hizo el curilla, lo hicimos
todos juntos juventud y mayores, porque sois algo especial.
No puedo olvidar entre los mayores al
grupo de matrimonios que tanto me ayudaron a levantar espiritualmente a la
parroquia: organización de Conferencias, Cursillos prematrimoniales, Ejercicios
espirituales, Semana Santa, llenándose la Iglesia de hombres y mujeres.
Estos fueron los cuatro años mejores
de mi vida como sacerdote. Estaba un poco loquillo, pero lo pasamos muy bien.
Sé que me queríais mucho, pero yo a
vosotros más.
Con el recuerdo de estas pinceladas y
muchas más que no reflejo, ya que sería interminable,
OS DESEO UNAS
FELICES FIESTAS. QUE OS ACORDÉIS DE LOS QUE POR DISTINTAS CAUSAS NO PODEMOS
ESTAR PRESENTES.
¡VIVA VILLARDOMPARDO!
¡VIVA SU JUVENTUD Y DE UNA MANERA
ESPECIAL LOS SEXAGENARIOS!
UN ABRAZO FUERTE PARA TODOS.
OS QUIERO”
Fermín Béjar Delgado,
en nombre de Antonio Mendoza Virgil.
Hemos hecho un
recorrido por el pueblo que teníamos hace más de cuarenta años y hemos ido
contando los orígenes de estas Fiestas de la Juventud. Hemos recordado lo que había
y lo que faltaba en nuestro querido Villar. Acabaremos nuestra intervención resumiendo
lo que había hasta para dejárselo de sobra: había, igual que hoy, mucha, mucha,
muchísima gente sencilla y humilde pero honrada y trabajadora, alegre, sincera,
agradecida y generosa. Había, igual que hoy, personas, que es lo mejor que se
puede ser en la vida y a lo único que no debemos renunciar. Muchas cosas de las
que había han desaparecido y otras muchas se han mejorado, pero lo que nunca jamás
desaparecerá ni podrá mejorarse es la bondad del corazón de los villarengos y
villarengas.
Gracias por vuestra
atención, felices fiestas a todos, bienvenido los nos visitáis en estas fechas
y… ¡A divertirse, que la vida son cuatro días!
Ahora acompañadme para gritar conmigo,
¡Viva San
Roque!
¡Viva Villardompardo!
¡Viva los villarengos y villarengas!
Manuel Susi Perea, en
nombre de todos.