viernes, 15 de agosto de 2014

PREGÓN DE LAS FIESTAS DE LA JUVENTUD 2014




PREGÓN DE LAS FIESTAS DE LA JUVENTUD 2014
Querido pueblo de Villardompardo, villarengos y villarengas, amigos todos. En primer lugar, queremos agradecer a la Corporación Municipal, a nuestro Alcalde y a la Comisión de Festejos el honor que nos supone compartir con todos vosotros este momento tan señalado que es el de pregonar LAS FIESTAS DE LA JUVENTUD, que celebramos en honor de San Roque.
Este pregón va a ser especial, diferente a cuantos se han celebrado desde este balcón. Y es diferente porque en él no va a intervenir una sola persona, sino que vamos a intervenir varias. Es cierto que podrían hacerlo muchos más que los presentes pero por circunstancias de la vida sólo estamos nosotros. Queremos expresar nuestro más cariñoso recuerdo a los que no pueden estar aquí físicamente pero que sí lo están y lo estarán siempre en nuestro corazón. Gracias por su ayuda y colaboración; sin ellos esto quizás no hubiera sido posible.
Diecisiete, diecisiete años tenía mi buen amigo Manolo Armenteros, aquí presente; dieciocho teníamos Antonio (El Nono), que en paz descanse, y yo y muy pocos más de veinte habían cumplido estos, mis otros buenos amigos Fermín y Pedro, también presentes. De edades parecidas eran muchos y muchas de los que no están aquí. Ellas también fueron imprescindibles.
Nuestra vida transcurría aún entre libros y alguno estaba iniciándose en el mundo del trabajo. Diríamos que éramos chiquillos, pero chiquillos llenos de ilusiones, de alegría y con muchas ganas de contagiárselas a todo el pueblo.
Estamos hablando de finales de los años sesenta y principios de los setenta. Ya ha transcurrido mucho tiempo y el hombre se paseaba por la luna.
A los presentes que nos acompañaron en aquella época queremos recordarles cómo surgieron estas fiestas y a los más jóvenes, que hoy son nuestros hijos o nietos, queremos mostrarles los inconvenientes que tuvimos que superar hasta verlas hechas realidad. Pero antes, queremos revisar las cosas de nuestro pueblo y comentar cómo vivíamos en él los villarengos y villarengas hace más de cuarenta años.
Entonces, en el Villar había bastantes más habitantes que hoy, a pesar de que la emigración ya llevaba más de una década haciendo mella en nuestra querida Andalucía y en otras regiones españolas, porque todavía no existían las Comunidades Autónomas.
Vivíamos del campo, principalmente del olivo y de los cereales, ya que aún había muchas tierras calmas de las que se obtenían, además del trigo y la cebada, buenas cosechas de matalahúga y alpiste que se vendían, si el precio era razonable, o se almacenaban en la cámara de la casa en espera de mejores precios. En este caso, los únicos beneficiados eran los ratones.
 La economía era una economía familiar autosuficiente: cada familia sembraba todo lo que necesitaba para “volcar” el año: los garbanzos para el gasto de la casa, el trigo para las gallinas y la cebada para las mulos. Las habas hacían bien el apaño: verdes para un buen guiso y secas para los potajes y para los cochinos; a las cabras se les sembraba un trozo de verde y luego se segaba para las bestias. Se sembraban cebollas, ajos, tomates, patatas y los melones, blancos, amarillos o rayados, que eran almíbar y unas sandías con las pepitas gordas que te chorreaba el jugo hasta el codo. Y todo se aprovechaba. Los melones zocatos y los picados por los perdigones eran para el gazpacho. Hasta las cáscaras se las picábamos a las gallinas y a los pavos o se les echaba a los cochinos, de cuya matanza se obtenía chorizos, morcillas, salchichón, jamones y el tocino del cocido. ¡Qué bien sabían nuestras madres administrar la matanza para que durara el año entero! Además, se criaban conejos. En la mayoría de las casas había de todo; lo único que escaseaba en casi todas era el dinero. Entonces no había subsidios de desempleo, ni pagas del paro, ni subvenciones para la aceituna, ni nada de nada.
Cuando llegaba el tiempo de la aceituna era frecuente que se juntaran dos familias para recoger sus cosechas “a revueltas”. La aceituna se cogía a conciencia; no se dejaba ni una y eso que había que tender manteos, varearla, acarrearla a la limpia y limpiarla porque todavía no había sistemas automáticos; había que llenar sacos y cargarlos sobre los mulos y si alguno salía pingón aquello era un circo. Un viaje a mediodía y otro por la tarde y toda la aceituna recogida venía al molino o al puesto de compra. Al final de la campaña se ajustaban cuentas y la familia que debía jornales a la otra se los abonaba y no había que dar de alta en la Seguridad Social, ni hacer nóminas, ni rellenar tantos papeles como hoy.
El jornal rondaba las cien pesetas (sesenta céntimos de ahora). La aceituna se cobraba a siete u ocho pesetas el kilo y si este precio hubiera ido subido hasta hoy en la misma proporción que lo ha hecho el de los jornales, cuyo importe se ha multiplicado casi por cien, un kilo de aceitunas hoy valdría cuatro euros y el de aceite casi veinte.
Al final de la jornada, lo normal era que los hombres se  arreglaran y se fueran al bar. Peor lo tenían las mujeres, que percibían menor salario que los hombres, encima de que su trabajo era más penoso porque iban arrastradas por el suelo con las manos entre la escarcha y con las rodillas doloridas por lo áspero del terreno. Además, su jornada era doble porque cuando llegaban al pueblo tenían que hacer todas las tareas de la casa: cocinar, fregar, lavar la ropa,… y planchaban escuchando por la radio la radionovela de moda, Matilde Perico y Periquín, que duró varios años.
Y como tampoco había guardería para los niños, estos tenían que quedarse con los abuelos.     
Por entonces no había colesterol ni diabetes, o al menos no se sabía nada de esto. Pero, ¿cómo íbamos a tener colesterol ni azúcar si a la aceituna se iba y se venía “a patitas”? Y en el agosto, entre la siega, el arranque de los garbanzos y la matalahúga, la barcina y la trilla, dábamos más vueltas que un pato mareado. Y si encima tenías que ir por agua al pilar, ya tenías el día completo.  
Porque entonces no había siquiera agua potable en las casas, sólo algunas tenían pozo. Había que ir al pilar después de venir del campo. El pilar tenía tres caños arrojando agua, mucha en el invierno y poca en el verano, que acababa en un abrevadero de piedra que había en el centro de lo que hoy es la Plaza de la Fuente. Allí saciaban su sed el ganado y el montón de bestias que, a falta de vehículos, había en el pueblo; más de uno se ha dado un remojón en él, a pesar de las sanguijuelas que tenía.
El acarreo del agua para las casas solía ser cosa de los hombres, aunque en el verano hasta los niños eran necesarios porque cuando aflojaba el chorro de los caños y se reservaba uno de ellos para abastecer el abrevadero, había que hacer horas de cola para llenar una carga de agua. Cada persona tenía derecho a llenar dos cántaros, así que para una carga de cuatro cántaros tenían que ir dos personas y tres, si era de seis cántaros. Si ibas solo y no querías hacer tanta cola tenías que ir por la siesta o de madrugada. Así terminabas antes, pero era más aburrido porque te perdías los chismorreos que había en el pilar en la fresquita.
Acarrear el agua por la siesta tenía la ventaja de que para ponerte moreno no necesitabas ir a la playa. Pero, ¿he dicho playa? Anda, si en aquella época lo moreno no estaba de moda y lo de ir de veraneo era cosa de ricachones.
Aquí aún no se había construido la piscina municipal y en las casas tampoco había piscinas. Nuestras piscinas eran las albercas, como la de Los Caños, la de Los Estacares o la de La Tinajuela y siempre lo hacíamos a escondidas para no lucir el bañador porque todos llevábamos el mismo modelo que siempre era blanco: los calzoncillos puestos con la raja detrás. Algunos se daban el chapuzón en algún remanso de El Salado, con sus ranas, sus zapateros y sus obas verdes.
En la casa, era la regadera la que funcionaba como ducha. Rara era la casa que disponía de cuarto de aseo y, en la que lo tenía, el agua estaba racionada porque al trabajo de traerla del pilar había que añadirle el de subirla hasta el depósito que estaba en la cámara. La ducha era un lujo que sólo te podías permitir los domingos y los días de fiesta.
Frente al pilar, donde hoy hay un aljibe que recoge el agua sobrante del mismo, había un lavadero público al que acudían las mujeres a lavar la ropa con el jabón que ellas mismas habían hecho con la pringue sobrante de la cocina. Allí lavaban también los sacos tras la recolección de la aceituna. Entonces no había lavadoras, ni detergentes, ni dinero para comprarlos, en caso de que los hubiera.
Esta plaza, en la que ahora nos encontramos era diferente, no tenía fuente y en su lugar estaba el candelabro, que era precioso y que en otros tiempos fue refugio de toreros y de aficionados cuando aquí había toros. El Ayuntamiento estaba casi en ruinas. En esta plaza estaba también el quiosco de José Antonio Cortés “El Bardado”, que en paz descanse, donde vendía chucherías y algún cigarrillo suelto y donde recargábamos los mecheros de gas, que ya casi habían desaparecido los de gasolina.
Disponíamos de un médico durante las 24 horas del día y pasaba la consulta en su propio domicilio porque no había consultorio médico. En el sitio que ocupa el que hoy tenemos estaban las escuelas: abajo, tres aulas para las niñas y encima otras tres para los niños. Unos y otras entraban y salían por puertas distintas. En los sótanos de estas escuelas se hallaban “las bodeguetas”, especie de almacén o trastero municipal, que tenía un aljibe donde se almacenaba el agua de lluvia que recogía el tejado y que se usaba para la limpieza de las escuelas y del Ayuntamiento.
En el pueblo había un cine de invierno y otro de verano. En el de invierno, que tenía un escenario y sus butacas y todo, se proyectaban películas o actuaban las revistas que venían al pueblo. Era el “cine de Marcos”. ¡Qué buenos recuerdos de mi juventud me trae! En él celebramos varios festivales para recaudar fondos para el funcionamiento del Teleclub. Porque teníamos un Teleclub ¡y era comarcal!
En el cine de verano, que estaba en lo que hoy es el polideportivo de la calle de San Cristóbal, había película los domingos y algún jueves; valía ocho o diez pesetas (cinco o seis céntimos actuales) y no todos podíamos costearlo.
En la plaza del Llano, en el sitio del Hogar del Jubilado y en la plazoleta que está detrás, existía un Cuartel de la Guardia Civil con una dotación de cuatro o cinco guardias y un cabo. Dependientes del ayuntamiento teníamos al Inspector, al Sereno y al Alguacil. A principios de los 70 el cuartel fue desalojado por hallarse en mal estado de conservación y los guardias fueron destinados a otras localidades. A nosotros nos vino bien porque al final allí trasladamos el Teleclub.
Como no había campo de fútbol, nos echábamos algún partidillo en el terreno que había a continuación de la ermita de San Roque. Otra forma de entretenerse era “dar una vuelta”, que así se sigue llamando. Pero entonces se salía al anochecer y había que encerrarse pronto.
Había en el pueblo cuatro o cinco bares que también nos servían de distracción. Una “coreana” con tapa costaba un duro (tres céntimos de hoy). Si varios amigos se sentaban en una mesa y pedían una botella de vino, se la servían junto con un vaso en el que todos bebían por turnos. Luego vendría la moda del “supervaso” con una pajita para cada uno de los que chupaban de él. El invento del botellón es mucho más reciente.
Los matrimonios salían con sus hijos sólo durante las fiestas y entonces era cuando los padres tomaban cerveza y los hijos Mirinda, de naranja o de limón. El resto del año, sólo los hombres tomaban vino y, como no había frigoríficos en las casas, las mujeres envolvían la botella en un trapo húmedo, la colocaban al paso del aire y cuando ellos llegaban del campo algo se le había refrescado.
En aquella época no había teléfonos móviles, ni internet, ni wasat, ni correos electrónicos. En el pueblo había algunas decenas de teléfonos fijos, de aquellos negros colgados de la pared y una telefonista que te conectaba con el número que le solicitabas.
Lo que sí teníamos era nuestro propio “sistema informativo” que era en directo. El “presentador” de las noticias se llamaba Manuel Fernández, al que cariñosamente llamábamos “Manolillo el del Tambor”, que con toques de trompeta, y de esquina en esquina, anunciaba todo lo que en el pueblo ocurría o iba a ocurrir: tres toques y a continuación “se hace saber, por orden del Señor Alcalde,…”; dos toques si el aviso era de la Cámara Agraria Local, y un toque si pregonaba las patatas o los tomates que vendían en la tienda de fulano o de mengano o las sardinas y boquerones que habían venido a la plaza e incluso si alguien se había encontrado una sortija o una pulsera  que se le había perdido a zutanita o la llave de la casa de no sé quién. Seguro que Dios lo tiene de pregonero entre sus ángeles.
Manuel Susi Perea.
 EL TELECLUB
Ya se ha dicho que el mérito de las “Fiestas de la Juventud” no lo tuvimos unos pocos que parecía que éramos los que daban la cara. El mérito lo tuvieron los 150 socios y socias del Teleclub que hicieron suyo aquel proyecto que hoy es una realidad que dura más de cuarenta años y que ya jamás desaparecerá. A todos ellos y ellas hay que agradecerles el origen de estas fiestas.
En los años sesenta se creó la Red Nacional de Teleclub, dependiente del Ministerio de Información y Turismo. En las pequeñas localidades y en algunos barrios de las grandes ciudades surgieron los Teleclubs. Su finalidad era promover la cultura y el deporte en las áreas más desfavorecidas. Era necesario un local y personas que lo dirigieran. Una vez aprobado se le dotaba de un televisor, una pequeña biblioteca básica, tanto juvenil como infantil, revistas, periódicos y algunos juegos de mesa. En los Teleclubs Comarcales, como era el nuestro, la dotación de medios materiales era superior, incluso disponían de un proyector de cine de 35 milímetros, ya que servían de apoyo y orientación al resto de Teleclubs de la comarca, a los que prestaba temporalmente los medios que ellos no tenían.
Pero ¿cómo y cuándo se fundó el Teleclub?
En 1968 fue nombrado párroco de nuestra Parroquia y de la de Escañuela un cura joven, que venía de la Parroquia de San Bartolomé de Jaén: era Don Antonio Mendoza Virgil.
Este cura venía cargado de ilusiones y ganas de trabajar. Y venía de una parroquia en la que había conocido a mucha gente de la capital, a muchas personas importantes e influyentes con las que mantenía buenas amistades.
Una de estas personas fue Don Manuel Urbano, para los amigos Manolo Urbano, que en paz descanse. Ocupaba un puesto en las oficinas de la Delegación Provincial de Información y Turismo en Jaén y nos echó no una mano, sino las dos, para que el Teleclub fuera una realidad en el Villar.
Una vez fundado había que hacerle funcionar. El Teleclub fue durante muchos años el único punto de encuentro de la juventud y el único lugar donde se promovían el ocio y la cultura de los jóvenes y no tan jóvenes del pueblo. Además, como en aquellos tiempos apenas había televisores en las casas y las actividades que se realizábamos eran muy atractivas, la juventud fue apuntándose de forma masiva.
El funcionamiento del teleclub necesitaba dinero, además de ideas y personas con ganas de trabajar. Pero la juventud, que no tenía trabajo o trabajaba en el campo con sus padres, poco dinero podía tener por lo que las cuotas no podían ser muy elevadas. Entonces nombramos “Socios de Honor” a personas mayores del pueblo que satisfacían una cuota mayor y que sin su colaboración económica poco podríamos haber hecho.
La primera ubicación del Teleclub fue en la última de las casas que fueron de los maestros. Allí fue donde empezamos nuestras actividades, que siempre eran gratuitas, bien acogidas y muy divertidas.
En la puerta de la sede del Teleclub, por cierto que su nombre completo era Teleclub Cultural y Recreativo, poníamos unas mesas que a modo de escenario nos servían para las actividades que allí realizábamos: concursos, actuaciones, sainetes, breves representaciones teatrales, y muchas otras actividades que solían tener gran aceptación por la gran cantidad de personas que acudía, cada cual con su silla, y allí pasaban las tardes de sábados y domingos.
Por entonces, la televisión emitía un programa que se titulaba “Cesta y Puntos” y nosotros pretendíamos imitarlo. Era una competición entre dos equipos a los que se les hacía preguntas de actualidad y de cultura general y el equipo que obtenía mayor puntuación por sus respuestas acertadas, ganaba el concurso. El público asistente animaba y aplaudía, cada cual a su equipo favorito.
No faltaban los chistes ni las imitaciones de los humoristas de moda, tales como Gila con su famoso teléfono.
Había quien, cuando se ponía a tono, se arrancaba por flamenco y quien imitaba a Manolo Escolar.
Los asistentes a todas estas actuaciones solían consumir alguna cerveza o algún refresco cuyos beneficios ayudaban al mantenimiento del teleclub.
Recuerdo que también montamos una academia de mecanografía y de cultura general que impartía clases gratuitas hasta de francés. Las cinco máquinas de escribir de las que disponíamos eran de segunda mano pero funcionaban perfectamente. Las compró uno de los socios de honor que antes hemos citado y las donó al Teleclub. 
Este estuvo ubicado posteriormente en otras casas y al final en el antiguo Cuartel de la Guardia Civil pero su ubicación es lo de menos. Lo que es realmente importante es el hecho de que cada traslado llevaba consigo, además de la mudanza en sí, un montón de obras y reparaciones que los socios y socias asumían con su trabajo y, a veces, con su dinero.
EL ORIGEN DE LAS FIESTAS
Varias casualidades coincidieron para que hacer realidad estas fiestas ya cuarentonas:
1ª) El nombramiento del nuevo Párroco, Don Antonio Mendoza Virgil, del que ya hemos hablado un poco. Este fue el verdadero motor de todo el cambio que experimentó nuestro pueblo por aquellas fechas (recordaremos la fundación del Teleclub, la puesta en marcha de una Guardería Infantil y la creación de la Cooperativa Textil de las mujeres, entre otras muchas cosas).
2ª) El hecho de que nuestras fiestas patronales fueran en octubre y que esa época del año muchas personas del pueblo emigraran temporalmente a Francia y a otras regiones españolas.
3ª) El que Escañuela tuviera La Víncula en agosto con un alto nivel, porque las costeaba el Ayuntamiento. La rivalidad entre el Villar y Escañuela fue el acicate para que nosotros quisiéramos tener unas fiestas mejores que las suyas.
4ª) La existencia del Teleclub que había aglutinado a la juventud la cual necesitaba tiempos y espacios de diversión.
Las Fiestas se gestaban de madrugada, en el cancel de la Iglesia, donde nos sentábamos y organizábamos todo aquel tinglado. Cuando el tiempo ya no acompañaba, era en la casa del Cura donde nos juntábamos. Recordamos con gran cariño a sus padres, Doña Amalia y Francisco, que tantos días nos aguantaron y tantas veces nos dieron la merienda o la cena. Dios los habrá recompensado por su generosidad y paciencia con todos nosotros.
Al principio se programaba una “Semana Cultural y Recreativa” con motivo de las Fiestas de la Juventud. Durante esta semana se organizaban muchas actividades culturales y recreativas, entre ellas recordaremos los campeonatos deportivos, principalmente de fútbol, los concursos infantiles y juveniles, las sesiones de teatro, también infantiles y juveniles, las veladas de baile con sus concursos, el cotillón,… De todo esto vamos a ir hablando un poco cuando llegue el momento.
LA CABALGATA
Como todas las fiestas que se precien, en las primeras Fiestas de La Juventud que organizamos hubo cabalgata de carrozas y desfile de gigantes y cabezudos.
Fue difícil hacernos con los cabezudos puesto que creímos que no habría problemas y ¡vaya si los hubo! Queríamos que fueran como siempre, a las doce de la mañana, con repique de campanas, con cohetes y todo. Mientras hicimos las gestiones oportunas el tiempo fue pasando y los cabezudos no llegaban, así que tuvimos que aplazar el desfile para la tarde y fue mejor porque hacía más fresco. Desde entonces, los cabezudos vienen saliendo por la tarde. Teníamos que vestirnos los mismos que los preparábamos y encima echar los cohetes.
Se decidió que para hacer unas fiestas en condiciones había que nombrar “Reinas de las Fiestas”, no sólo la Reina Juvenil, sino también la Infantil. La primeras Reinas fueron, respectivamente, Remedios García Osuna y Mª. Carmen Linares Lanagrán. Llevaron con orgullo sus bandas y sus ramos de flores, montadas en sendas carrozas. Un dato curioso es que como la reina infantil era tan pequeña hubo que hacerle una cesta de tiras de madera de un metro de diámetro pero sólo se le veía la cabeza y tuvimos que sentarla en una caja y sujetarla con cinturones para evitar que se cayera. El carro de la carroza era de madera, lo hizo el padre de Pedro el carpintero e iba tirado por un mulillo pequeño de su propiedad.
LOS DEPORTES
Durante las fiestas se celebraban competiciones de deportivas, principalmente de fútbol. Como aún no había campo de futbol, como ya se ha dicho anteriormente, jugábamos en el sitio que también se ha citado antes y, además, en un lugar próximo al pueblo llamada “El Colegio”, que era una tierra que se sembraba y donde, una vez realizada la siega, quedaba el pajón que los socios del Teleclub rastreábamos con rastrillos de los que aquí llamamos “mano de hierro” para poder jugar. Las porterías las hizo Manolo Armenteros con tuberías del agua; como eran tan grandes que no cabían armadas en el taller y tampoco había soldadora portátil hubo que soldar los hierros en la calle y llevarlas hechas al campo de fútbol.
El primer equipo del Teleclub se llamaba “Águilas” y las primeras camisetas fueron verdes. Posteriormente fueron rojiblancas.
En la plaza del Castillo, la que hay delante de las escuelas, pusimos unas porterías de baloncesto y allí echamos algún que otro partidillo.
También conseguimos una mesa de ping-pong y las palas y pelotas las adquiríamos en una tienda de Jaén, cuyo dueño era conocido del cura. Se pagaban con su amistad, con misas o no se sabe cómo.
LOS CONCURSOS
Muchos eran los concursos que se celebraban durante esta semana cultural y recreativa. Entre ellos vamos a recordar las carreras de cintas en bicicleta, las carreras de sacos, el tiro de la soga, carreras y maratones populares, concursos de habilidad y equilibrio con bandejas y vasos con agua, etc.
Haremos mención especial a la única carrera de cintas en coche que se ha hecho en el pueblo. Los coches salían desde del Llano, subían por la calle Virgen de la Cabeza y a la altura de la Farmacia estaba el cajetín de las cintas. El conductor tenía que ir acompañado de una dama que era la que, sacando la mano por su ventanilla, intentaba atrapar una cinta con un punzón. Fue la única vez que se celebró una carrera de cintas en coche ya que entrañaba cierta peligrosidad y no se ha vuelto a realizar ninguna otra.
Otra carrera que merece la pena ser comentada, por las vicisitudes con que nos encontramos, fue la carrera de burros. Tuvo lugar a las seis de la tarde en la cuesta de Las Alcantarillas, en el terreno que hay subiendo a mano izquierda, hoy sembrado de almendros. La salida estaba arriba, para coger carrerilla, y la meta estaba en el desaguadero de Las Alcantarilla. Nos prestaron un burro que estaba trabado en las inmediaciones del Pilar y, a pesar de que fuimos por él a las cinco de la tarde, eran justo las seis y media cuando nos presentamos con el burro en la salida. Quisimos repetir la carrera para que pudiera competir el animal en cuestión y su jinete pero el jumento se negó y no hubo manera de hacerle andar. Se me olvidaba decir que el nombre del veloz animal era “El Berenguer” conocido por todos los de su época y famoso por acompañar a los quintos en sus correrías. 

  Pedro Delgado Serrano.
LOS CONJUNTOS
Todas las fiestas tienen sus veladas de baile y aquellas no iban a ser menos, con sus conjuntos y en directo.
Quien contrataba los conjuntos era Manolo Armenteros. Para que os hagáis una idea de la dificultad que tenía el contratar un conjunto, tenemos que pensar que en el pueblo, como se ha dicho antes, no había más de cuarenta teléfonos y estos funcionaban a través de una centralita atendida por la telefonista. Tú levantabas el teléfono y en la central sonaba una señal y se encendía la luz de tu teléfono; le decías a la telefonista con qué número querías hablar y ella conectaba las clavijas adecuadas. Una vez finalizada la conversación, se apagaba una de las luces de los teléfonos conectados, ella sacaba las clavijas y se acabó.
Pero este proceso se complicaba y alargaba cuando era una conferencia para hablar con alguien de fuera del pueblo. Para contratar a un conjunto tenías que poner una conferencia y la espera podía durar más de una hora, tanto en tu teléfono como en la centralita. A veces ocurría que al cabo de una hora o más conseguías que te conectaran con el número solicitado pero no estaba la persona que buscabas o era su madre o alguien ajeno y…, vuelta a empezar: pedir otra conferencia, esperar un buen rato,…
Recuerdo que el primer conjunto contratado se llamaba “Los ¿Qué?” estaba compuesto por 4 muchachos jóvenes y un niño de unos 9 años que tocaba muy bien la batería. Nos cobraron 2.500 pesetas (15 euros actuales). Otro año vinieron “Los Jóvenes”, que eran de Linares. No voy a hacer una lista detallada de todos los conjuntos que nos han divertido porque sería muy larga y seguro que se me olvidarían muchos, pero quiero recordar algunos tan famosos como “Los Fussan”, “Los Sonoros”, “Los Amigos de Gines”, “Ecos del Rocío”, “Alameda ,… todos ellos de gran fama y mucha actualidad.
Os voy a contar algunas anécdotas curiosas que nos ocurrieron con algunos de estos conjuntos.
 “Los Amigos de Gines”, en las Fiestas de la Juventud de 1974 (ahora hace 40 años) y que por cierto nos costaron 40.000 pesetas (240 euros), empezaron su actuación normal y con muchas ovaciones y gran admiración por sus canciones, su estilo, y por su fama de ser uno de los mejores grupos rocieros del momento. A la hora del descanso les dimos un bocadillo a cada uno y los visitamos para nos dieran alguna fotografía firmada como recuerdo. Nos dimos cuenta de que dos de las caras de los que había en la fotografía no coincidía con las de los que estaban actuando ya que en la foto todos eran morenos y aquí habían venido dos rubios y uno era mucho más grande que los de la foto. Intentaron convencernos del color del pelo, alegando que era teñido pero en aquellos tiempos pintarse el pelo no era normal, más bien todo lo contrario, y nos fuimos poco convencidos. Unos días más tarde nos enteramos de que esa misma noche “Los Amigos de Gines” habían actuado en la piscina de Andújar, en el Camping; imagino que sería la otra mitad acompañados de otros dos “amigos”. La verdad es que en la calidad de la actuación no notamos nada.
Otro año contratamos a “Los Ases”, un conjunto de Jaén cuyo cantante se llamaba Aguilera y tenía fama por su voz y por lo melodioso de sus canciones, que gustaban tanto a jóvenes como a mayores. Entonces la actuación de los conjuntos empezaba a las 10 de la noche y acababan no más tarde de las 2 o las 3 de la mañana. A las diez de la noche ya estaban aquí “Los Ases”, vestidos y dispuestos a comenzar la actuación pero los instrumentos musicales aún no habían venido y resulta que ya eran más de las once y media y no habían resultado; estábamos desesperados y el público cabreado. Quisimos suspender el baile y denunciar a los músicos cuando a eso de las doce menos cuarto se presenta un motocarro con los instrumentos del conjunto. Con el enfado que teníamos, le regañamos al transportista y quisimos despedirlo pues había venido casi a la hora de terminar. Entonces, ese hombre, que era bastante sordo, nos insistía que no nos preocupáramos, que por él no había problema ya que no tenía prisa por volverse a Jaén. Ese día duró el baile hasta las 7 de la mañana. Desde entonces los bailes duran hasta que se va el último.
LOS BAILES
Como teníamos Reina de la Juventud, era lógico que el baile lo abriera ella. Un militar de muy alta graduación, ya retirado y amigo de Don Antonio Mendoza, fue invitado por él a hacer el baile de honor con la Reina de las Fiestas y aquí se presentó a tal fin, ataviado con sus mejores galas, correaje, medallas y su sable en la cintura. Así inició el baile, causando el asombro y la admiración de muchos por el hecho insólito y mucho más de la flamante Reina.
En todas las veladas de baile había concursos. Estos eran dirigidos, normalmente, por un buen aficionado del pueblo que se ofrecía voluntariamente y que los llevaba con salero y con formalidad. Entre estos concursos vamos a nombrar el de la escoba, el de la estatua y el de la silla.
Con el importe de las entradas que todos pagábamos y los beneficios de la barra, había que costear los conjuntos y demás gastos de las fiestas, incluso los fuegos artificiales. La entrada había que conservarla hasta el final del baile, por si algún socio te la pedía, por lo que para poder controlar las entradas y salidas a la pista ideamos un sistema complicado. Había ocho clases de papeletas: 4 para entrar (socio, socia, no socio y no socia) y otras cuatro para salir. Era casi imposible colarse sin pagar porque siempre había tres o cuatro porteros vigilando.

EL SERVICIO DE CAMAREROS
Los socios, a pesar de pagar sus entradas, teníamos que hacer turnos para hacer de porteros, camareros, cocineros, reponer las bebidas de las neveras, fregar vasos y platos, ir por agua al pilar o a cualquier pozo de la vecindad, etc.
Lo más complicado era el tema del hielo. Este lo comprábamos diariamente en barras grandes de casi un metro que, para evitar que se derritieran, enterrábamos en paja y guardábamos en las bodeguetas. Por la tarde lavábamos las barras, las troceábamos y cargábamos las neveras o los barreños, ya que no había neveras eléctricas. Cuando llegaban las doce de la noche o las dos de la madrugada y se acababa el hielo había que ir a sacar alguna barra de las bodeguetas y allí no había luz; venías, con tu ropa de las fiestas, con la barra de hielo llena de paja en una mano y la linterna en la otra. Y ahora había que sacar agua de un pozo para lavar el hielo y quitarle la paja: todo un lío.
En una ocasión le tocó de camarero en la barra al médico del pueblo; estaba al lado de una bandeja de pinchitos que aún no habían sido cocinados, se acercaron dos forasteros y pidieron dos pinchitos; el médico los cogió de la bandeja y se los puso tal cual y al probarlos le dijeron “están crudos” y el camarero les respondió “Azí zon”; supongo que se los asarían.
LOS COLABORADORES
Todos los gastos iniciales para poner en marcha las fiestas, como comprar bebidas y aperitivos, cohetes, adornar la pista, etc., necesitaban dinero que no teníamos. Entonces un Socio de Honor nos prestó 1.000 pesetas (6 euros) y entre lo que pudimos comprar con ellas y lo que nos fio el propietario de un puesto de la plaza de abastos de Jaén, amigo de Don Antonio Mendoza, pudimos tener los fiambres, frutos secos, carne y gambas necesarios.
La fábrica de cerveza “EL Alcázar” nos facilitó un camioncillo de cerveza que al parecer fue un “obsequio de degustación”, por cara del cura.
Montijano, que posteriormente sería Ramos y Estrella nos suministraba, por adelantado, los refrescos y el hielo.
Un amigo y colaborador, que era representante de una marca de vino espumoso rosado, nos regaló unas cajas de este vino. Como en el pueblo nadie lo consumía, fue el propio representante quien, botella tras botella y noche tras noche, se bebió todo su vino, invitando a todos los que podía y alabando la calidad del mismo. El problema lo tuvimos nosotros a la hora de cobrarle porque no teníamos ni idea de cuánto podía costar una de esas botellas. El resultado fue que regaló el vino, se lo bebió y lo requetepagó. Todos contentos y el espléndido donante más todavía.
Todos estos anticipos, préstamos y facilidades podíamos conseguirlos gracias a la influencia y el buen hacer de la misma persona: DON ANTONIO MENDOZA VIRGIL.

Manuel Armenteros Alcalá.
 Ahora, vamos a leer un escrito que os ha enviado Don Antonio a través de nosotros, y que dice así:
“Os escribo estas letras para que sirvan como presencia testimonial, ya que físicamente no puedo acompañaros, aunque con un gran disgusto por mi parte.
Corría el año 1968, cuando el Sr. Obispo me llamó al Obispado para decirme que me nombraba párroco del pueblo de Villardompardo. No conocía el pueblo, pero de inmediato y de forma secreta fui a conoceros y situarme en él. Me recibió el entonces párroco D. Francisco que, muy amablemente, me puso al día de los asuntos parroquiales y del perfil de los feligreses que ya me esperaban ansiosamente.
De inmediato tomé posesión de la Parroquia. El recibimiento fue maravilloso, fue abrumador. Todo el pueblo a ver al curilla que le habían mandado. Pues eso era: un curilla que sólo tenía veintiséis años, pero lleno de vitalidad, ilusión y con unas ganas tremendas de trabajar, aunque también lleno de miedo. Me enfrentaba a una nueva etapa en mi vida.
Ya estoy en el pueblo. Y ¿ahora qué? Esa incertidumbre duró unas horas. Al día siguiente fui arropado por un grupo de jóvenes que me visitaron en la casa parroquial. Ellos se encargaron de darme ánimos e infundirme ilusión, ya que ellos también necesitaban de ella. Me pusieron al día de las características del pueblo y de cada uno de los feligreses, dándome a entender la clase de cura que ellos querían y que el pueblo necesitaba.
Pues bien, aquí me tenéis. Vamos a no perder tiempo.
Ellos habían ido a buscarme, pero ahora era yo quien tenía que hacerme con ellos. Vamos a buscarlos. ¿Pero donde están? Trabajando y, por las tardes, de paseo o en Casa Tarrán, en Casa de Paquito el del Casino, en Casa Antonia etc., etc. Y si allí estaban con sus “coreanas” allí iba el Cura a beber coreanas con ellos.
Sí, me fue fácil hacerme con ellos y empezar a diseñar actividades y poner en marcha las sugerencias que ellos presentaban.
Pues vamos, manos a la obra y a no perder tiempo.
Se acercaban las Navidades, era el tiempo de la aceituna y se presentó la primera actividad: poner en funcionamiento una Guardería Infantil para ayudar a los padres con niños pequeños a fin de que pudiesen hacer la recolección de la aceituna y sus hijos estuviesen bien cuidados. Y ¿cómo?, si no tenemos un duro. No importa, la guardería funcionó. ¡Y cómo se financió! Como todo, con mucho coraje y pidiendo dinero a todo el que se movía. Ya tenía el Cura amistades para sacárselo. Y un grupo de niñas dispuestas a colaborar hasta sin cobrar.

CABALGATA DE REYES MAGOS.
Queremos Cabalgata para los niños. Pues vamos allá.
¿Qué hace falta? Tractores. A por ellos. No había muchos y de los pocos que había los dueños estaban un poquito enfrentados. Si iba uno, no iba el otro. Total todo se arreglaba en el bar de Tarrán con unas cervecitas.
Hay tractores y niñas dispuestas a adornarlos. Cabalgata a la calle. La ilusión de los niños cumplida.

TELECLUB
Ya os han dicho detalladamente, su creación y funcionamiento, por lo que lo paso por alto, pero sí quiero recalcar que de él salió y en él se cocinaron todas las actividades que dieron un revulsivo a la juventud, a los mayores y al pueblo entero.
MARAVILLOSA JUVENTUD. Al hablar de juventud, por supuesto se habla de toda la juventud, masculina y femenina. Juventud totalmente entregada para todo lo que hiciera falta. Juventud que necesitaba dinamismo, acción, alegría, y cachondeo. De ahí salió la Fiesta de la Juventud. También os han recordado, cómo fueron sus orígenes y conservación. Todo muy complicado y difícil en sus comienzos, pero más empeño se ponía para saltar todos los obstáculos.

FIESTAS PATRONALES
A alguien se le ocurrió la idea de los toros. Era una tradición perdida en el pueblo. Y ¿por qué no intentarlo? A pesar de los muchos problemas que era montar una corrida de toros, lo conseguimos utilizando todas las amistades que teníamos en este mundillo, Vg. D. Jesús, el de Jaén. Y sí que conseguimos una corrida de toros.

FIESTA DE SAN ISIDRO.
Queríamos fundar la Romería de San Isidro, pero, ¿y los permisos para Misa de Campaña y la procesión? Respuesta de alguno: No importa; eso te los concedes tú. Pues bien, el Cura en el tractor, celebración de la Misa y Fiesta y Romería quedaron instituidas.
Así podíamos seguir y no terminar. Fueron tantas cosas. ¿Y la romería a la Virgen de la Cabeza? Empezamos con un autobús y el último año que estuve con vosotros fueron cinco autobuses. Os voy a confesar un secreto. De esa romería sacábamos algunas pesetillas al subir un poco los billetes, pero eran para destinarlas a la Guardería.
Y ¿cómo no recordar el DIA DEL CORPUS?
Había que levantar los ánimos y la ilusión. Era mucho trabajo y entraba el desánimo. Vamos a dar premios a los mejores Altares y calles ataviadas. Pero no, no era buena idea, siempre ganarían los más pudientes. Hace falta un estimulo general. Y se pensó en traer a T.V.E. a sacar un reportaje y vernos en la Tele. Dicho y hecho. A buscar al corresponsal de T.V.E. que sólo era uno para toda la Provincia y a conseguir que viniera. Pues claro que sí, si era amigo del cura. T.V.E. vino al Villar, y al día siguiente Villardompardo salió en la tele.
Y ¿cómo olvidar la joya de esta corona de actividades? Esa era LA COOPERATIVA DE LAS NIÑAS.
Si problemas hubo en todo las actividades, en esto eran problemazos. Pero ahí estábamos buscando soluciones a ellos y después de muchas reuniones y muchas cervezas en Casa Antonia, llegó nuestro ANGEL SALVADOR. Sí, ese fue el TITO ANGEL, que juntamente con JUANITIN Y JOSÉ se hicieron cargo de la financiación, dirección y puesta en marcha. Y ahí se quedo funcionando, con muchos sacrificios, en la nave de una granja de gallinas, que desinteresadamente nos cedieron, y ¡veinticinco niñas trabajando!
 Voy a terminar. No os canso más. Esto sólo son algunas migajas de todo lo que hicimos. Ojo, no lo hizo el curilla, lo hicimos todos juntos juventud y mayores, porque sois algo especial.
No puedo olvidar entre los mayores al grupo de matrimonios que tanto me ayudaron a levantar espiritualmente a la parroquia: organización de Conferencias, Cursillos prematrimoniales, Ejercicios espirituales, Semana Santa, llenándose la Iglesia de hombres y mujeres.
Estos fueron los cuatro años mejores de mi vida como sacerdote. Estaba un poco loquillo, pero lo pasamos muy bien.
Sé que me queríais mucho, pero yo a vosotros más.
Con el recuerdo de estas pinceladas y muchas más que no reflejo, ya que sería interminable,
     OS DESEO UNAS FELICES FIESTAS. QUE OS ACORDÉIS DE LOS QUE POR DISTINTAS CAUSAS NO PODEMOS ESTAR PRESENTES.
¡VIVA VILLARDOMPARDO!
¡VIVA SU JUVENTUD Y DE UNA MANERA ESPECIAL LOS SEXAGENARIOS!
UN ABRAZO FUERTE PARA TODOS.
OS QUIERO”

Fermín Béjar Delgado, en nombre de Antonio Mendoza Virgil.
Hemos hecho un recorrido por el pueblo que teníamos hace más de cuarenta años y hemos ido contando los orígenes de estas Fiestas de la Juventud. Hemos recordado lo que había y lo que faltaba en nuestro querido Villar. Acabaremos nuestra intervención resumiendo lo que había hasta para dejárselo de sobra: había, igual que hoy, mucha, mucha, muchísima gente sencilla y humilde pero honrada y trabajadora, alegre, sincera, agradecida y generosa. Había, igual que hoy, personas, que es lo mejor que se puede ser en la vida y a lo único que no debemos renunciar. Muchas cosas de las que había han desaparecido y otras muchas se han mejorado, pero lo que nunca jamás desaparecerá ni podrá mejorarse es la bondad del corazón de los villarengos y villarengas.
Gracias por vuestra atención, felices fiestas a todos, bienvenido los nos visitáis en estas fechas y… ¡A divertirse, que la vida son cuatro días!
Ahora acompañadme para gritar conmigo,
¡Viva San Roque!
¡Viva Villardompardo!
 ¡Viva los villarengos y villarengas!

Manuel Susi Perea, en nombre de todos.



1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡¡¡Magnífico blog!!! Esto es hacer Historia, día a día. Felicidades y a seguir en la brecha.